Salimos temprano para visitar el Museo de la Resistencia de Mleeta,
Líbano, excluyendo su estrecha franja costera es un país muy montañoso, lo que
ha permitido la defensa de sus pueblos a lo largo de la historia. Mleeta es un
pueblo al que se llega ascendiendo, unos 45 km, desde Sayda-Sidón por una
carreterita estrecha y en obras en parte de sus tramos. Por encima del pueblo,
y coronando una colina se encuentra el museo de la Resistencia de Mleeta,
dedicada a la lucha de las milicias de Hizbulá que desde su nacimiento en 1982
hasta el año 2000, estuvieron luchando en esa zona montañosa contra el Ejército
sionista israelí que había invadido Líbano. Hay una gran extensión de bosques
de robles que permitían la invisibilidad de la guerrilla de Hizbulá y además
estas construyeron túneles subterráneos (a pico y pala en la roca viva) que les
permitieron tener refugio e invisibilidad. El Ejército sionista nunca pudo
conquistar la zona, que dista unos 50 km hasta la frontera de Israel, y desde
allí, la resistencia estuvo hostigando y atacando las 22 bases militares que
habían instaladas en la zona. Fue la resistencia la que obligó al ejército
sionista a retirarse completamente de territorio libanés en el año 2.000 y
cuando en julio de 2006, Israel volvió a invadir Líbano se encontró con u a
resistencia mejor organizada y mejor armada que les infligió una severa
derrota; después de 20 días donde si apenas pudieron avanzar en el sur de
Líbano, perdieron 130 tanques, (un 20% de su potencial) destruidos por las
milicias de Hizbulá, murieron unos 165 soldados y cerca de medio millos de
israelíes huyeron de la frontera de Líbano para ponerse a salvo de los misiles
de Hizbulá.
El 11 de Agosto de 2006, el Consejo de Seguridad aprobó la Resolución
1701 aceptada por las partes que obligaba a Israel a retirarse nuevamente de
Líbano e Hizbulá aceptaba que el Ejército Nacional Libanés asumiera el control
del Sur de Líbano, aunque no aceptó desarmarse; también incluía el despliegue
de las fuerzas de interposición de la ONU (UNIFIL) en la que participa España;
precisamente el 28 de Enero de 2015, las fuerzas sionistas israelíes asesinaron
al Cabo Soria al disparar contra la base española con bombas de racimo, con la
excusa de que disparaban contra un comando de Hizbulá. Este soldado era
malagueño, y su madre, a la que conocemos sigue luchando contra la justicia
española para que se esclarezca la muerte de su hijo. La opinión generalizada es que Israel no ha
vuelto a invadir Líbano porque sabe que ya nunca más paseará tranquilamente sus
tanques por la autovía de la costa de Líbano hasta llegar a Beirut.
El Museo muestra distintos tipos de armamentos destruidos o arrebatado
al ejército sionista, y además de tanques, drones, helicópteros, cañones, o las
prohibidas bombas de racimo, que además de su impacto inicial donde se
desparraman por grandes extensiones, suelen quedar sin explotar en un alto
porcentaje de ocasiones quedando el suelo sembrado de minas antipersonas que
irán matando a los habitantes de la zona durante muchos años. En la amplia área
del museo se pueden visitar túneles, equipados de arsenales, cocina, hospital
de campaña, centro de comunicaciones y dormitorios. En distintas zonas del
bosque se recrean a milicianos disparando, marchando, o evacuando heridos. Esta
recreación por el entorno montañoso y la vegetación recuerdan a la guerrilla de
los barbudos de Fidel en la Sierra Maestra. El guía que nos han buscado para
castellano en el museo, se nos despide excusándose porque no sabe explicarse en
cuestiones técnicas; dice que aprendió castellano en la calle y principalmente
de sus novias, así que sabe el idioma del amor pero no el de la guerra.
Desde Mleeta, continuamos el viaje por las montañas hacia el sur,
buscando la frontera con Israel hasta llegar cerca de ella a la localidad de
Khiam. En ella están las ruinas de lo que fue un cuartel francés y que el Ejército
sionista convirtió en prisión después de ocupar el sur de Líbano. Hasta el año
2000 cuando se retiraron, se calcula que unos 50.000 presos y presas palestinos
y libaneses pasaron por la prisión. Estaban presos sin juicio, presuntamente
por pertenecer a la resistencia y la mayoría fueron brutalmente torturados, 10
de ellos cuyos retratos se conservan allí murieron a causa de ellas.
Un guía, Abú Alí, que atiende a los visitantes y que a su vez fue
preso y torturado nos explica que cuando en 2000 los israelíes se retiraron
apresuradamente dejando la cárcel con 144 presos dentro, los vecinos del pueblo
subieron corriendo a liberarlos, a pesar de que corrían el riesgo de ser
bombardeados. Líbano decidió dejar la cárcel como Museo para que se viera en
que condiciones tenía Israel a los presos. Sin embargo, en la nueva invasión de
2006, el ejército sionista bombardeó la prisión para borrar las huellas de sus
atrocidades dejando un montón de escombros, entre los cuáles sin embargo se
puede vislumbrar las condiciones en la que eran maltratados los presos. Eran
frecuentes los largos periodos de aislamiento en celdas de castigo, el propio
Abú Alí estuvo 4 meses, y las torturas que incluía entre otras, andar de
rodillas desnudo con la cabeza tapada mientras te golpeaban para que fueras
rápido, ser colgado hacia arriba o hacia abajo con aplicación de corrientes eléctricas
(en un pequeño museo al lado de las ruinas están los aparatos eléctricos que
usaban) la exposición en desnudo al frio del invierno con el patio lleno de
nieve o las propias celdas de castigo, una de las cuales les llamaba el
gallinero y que reproduzco en la foto; se trata de prácticamente un cajón que
cerraban dejándote encogido en cuclillas y en la más absoluta oscuridad y
mientras golpeaban violentamente el techo y la puerta de metal.
Abu nos cuenta el caso de una de las mujeres presas, Suhad Buchara,
dirigente del Partido Comunista Libanés que estuvo presa 11 años allí y que 2
de ellos los pasó en celda de aislamiento. Ella sobrevivió a la experiencia,
pero acabó enajenada mentalmente. La mayoría de los presos y presas eran
militantes de Hizbulá o del Partido Comunista; quizá por esto, Abú Alí antes de
que nos despidiéramos nos regaló a Manu y a mí, una rosa blanca a cada uno,
diciendo que los comunistas le caemos muy bien.
De Khiam salimos hacia Maroun el Ras, una aldea pegada a la frontera
norte de Israel. En lo alto de una colina desde donde se divisa toda la
alambrada de la frontera en el horizonte, los libaneses han construido un área
de descanso llamado Jardín de Irán y que tiene numerosas terrazas con mesas,
agua corriente y barbacoas, además de parques de juegos, campo de fútbol,
bares, restaurantes y tiendas; coronándolo todo, una enorme bandera de
Palestina; allí van las familias a pasar el día y a contemplar su Palestina
ocupada por el régimen sionista. Fue en este mismo lugar donde el 15 de Mayo de
2011 murieron 10 palestinos por disparos del ejército sionista que respondió de
esa manera, al intento de cientos de refugiados palestinos de cruzar la valla pacíficamente y volver
simbólicamente a su tierra. La acción palestina estuvo coordinada y el intento
de salto de valla se hizo el mismo día en Gaza, en Siria en la zona de los
altos del Golan y en Líbano en la zona donde estamos. El salto tuvo éxito en
Siria, donde los palestinos de la zona ocupada acogieron jubilosamente a los
compañeros que saltaron. Sin embargo, hubo quince muertos y cientos de heridos
en total, sin que la prensa internacional se hiciera eco de la masacre.
Finalmente, regresamos a Sayda-Sidón, después de una buena paliza de
coche, y paramos a tomar un refresco en la cafetería de Mahmoud Darwish, donde
hay organizada un debate literario sobre la figura de Kanafani, en el 35
aniversario de su asesinato; ahí echamos un buen rato hablando con la gente,
una de ellas una profesora, filóloga de lengua árabe que estudia los conflictos
entre distintas etnias en el al-andaluz del periodo árabe.
Saludos fraternales.
Manolo García
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