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lunes, 12 de febrero de 2024

“Cerro Gordo”. 3ª Etapa de la VIII Marcha de la Desbandá 2024, Crónicas del camarada Manolo "Teniente". 9 de febrero


“El hombre mojado no teme la lluvia”, es el título de un libro de Olga Rodríguez sobre la lucha de los pueblos árabes en Oriente Medio contra el colonialismo, el imperialismo y las dictaduras apadrinadas por occidente. El título se lo dio un iraquí, que venía a decir, algo así como, que una vez que te metes en la lucha, ya no tienes miedo.
Hoy hemos salido, con lluvia, unas 70 personas, en la marcha desde Nerja hasta Almuñécar. El resto de participantes han decidido hacer el trayecto en autobús, o bien por falta de preparación contra la lluvia o por el temor de enfriamientos o catarros. Hay que tener en cuenta que la marcha está protagonizada en su gran mayoría por personas jubiladas de más de 65 años, en muchos casos más de 70 años. Y la verdad es que hemos llegado, quienes hemos hecho la marcha, con la ropa empapada. Por el contrario, la marcha ha sido mucho más rápida al haber menos de la mitad de la gente habitual y además iban la gente más andarina.
Tampoco hemos parado, como es habitual, en los hitos históricos que jalonan el recorrido para explicarlos. Tienen que ver con los bombardeos, en la zona de los acantilados de Maro, desde los cruceros franquistas contra las columnas de mujeres, niños y ancianos, en su mayoría, que huían hacia Almería, y justamente porque no hemos podido hablarlos y muchas de las personas que participan son nuevas, vamos a repetir el relato que hizo el año pasado la compañera María Huelva.
El lugar, un puente de la antigua Nacional-340, por donde pasa el río de la Miel. Hay testimonios de personas vivas del hecho que en su momento fueron publicados por el diario “Sur” de Málaga (diario de derecha sin pudor), pero, a partir de los testimonios, el escritor Max Aub, publicó un relato llamado “El cojo”. Es un relato ficción a partir de lo que le contaron, del que extraemos un extracto:
"Carretera adelante el éxodo continuaba. La Rafaela y su madre andaban confundidas con la masa negra. Sobre el llano no había más líneas verticales que los postes del telégrafo. De pronto, desde allá abajo vino un alarido: «¡Que vienen!». La gente se dispersó con una rapidez inaudita; en la carretera quedaron enseres, carruajes y un niño llorando.

Llegaba una escuadrilla de caza enemiga. Ametrallaban, a cien metros de altura. Se veían perfectamente los tripulantes. Pasaron y se fueron. Había pocos heridos y muchos ayes, bestias muertas que se apartaban a las zanjas. El caminar continuaba bajo el terror. Una mujer se murió de repente. Los hombres válidos corrían, sin hacer caso de súplicas. Los automóviles despertaban un odio feroz. La Rafaela se había levantado con dificultad. Su madre la miró angustiada.—¿Te duele? La hija, con un pañuelo en la boca, no contestaba. «¡Que vuelven!». La Rafaela sufría tanto que no pudo hacer caso al alarido que un viejo le espetaba, diez metros más allá. —Acuéstese, acuéstese. Agarrada a un poste de telégrafo, espatarrada, sentía cómo se le desgarraban las entrañas. —Túmbate, chiquilla, túmbate — gemía la madre, caída. Y la Rafaela de pie, con el pañuelo mordido en la boca, estaba dando a luz. Le parecía que la partían a hachazos. El ruido de los aviones, terrible, rapidísimo y las ametralladoras y las bombas de mano: a treinta metros. Para ellos debía ser un juego acrobático. La Rafaela sólo sentía los dolores del parto. Le entraron cinco proyectiles por la espalda y no lo notó. Se dio cuenta de que soltaba aquel tronco y que todo se volvía blando y fácil. Dijo «Jesús» y se desplomó, muerta en el aire todavía.
Los aviones marcharon. Había cuerpos tumbados que gemían y otros quietos y mudos; más lejos, a campo traviesa, corría una chiquilla loca. Un kilómetro más abajo el río oscuro se volvía a formar; contra él se abrían paso unas ambulancias; en sus costados se podía leer: «El pueblo sueco al pueblo español». Hallaron muerta a la madre y oyeron los gemidos del recién nacido. Cortaron el cordón umbilical. —¿Vive? —Vive.
Y uno que llegaba arrastrándose con una bala en el pie izquierdo dijo:
—Yo la conocía, es Rafaela. Rafaela Pérez Montalbán; yo soy escribano. Quería que fuese chica.
Uno: Lo es.
El escribano: Y que se llamara Esperanza.
Uno cualquiera: ¿Por qué no?"
Max Aub, es escritor maldito en España, del que apenas se conocen sus obras, entre otras cosas, porque la mayoría siguen sin editarse. Un hombre comprometido con la República al que también hay que sacar del olvido.

La marcha acaba en Cerro Gordo, otra zona de acantilados, desde donde habitualmente bajamos por unos senderos de montaña hacia Almuñécar, que se encuentra al borde del mar. La bajada es algo dificultosa en condiciones normales, por lo que se ha decidido acabar ahí la marcha y seguir en autobús hasta el polideportivo de Salobreña, centro neurálgico de alojamiento durante las tres próximas noches.
Cerro Gordo es otro hito de Memoria Histórica en el recorrido. Importante para que se sepa que la República, y las fuerzas republicanas no cejaron en su empeño de detener el avance de las columnas fascistas italianas que perseguían a las masas de civiles que huían. En este caso, la División “Octubre”, intentó frenar el avance de las tropas fascistas italianas. No lo consiguieron porque su resistencia bastante improvisada, fue rápidamente envuelta, por tropas fascistas que se desplegaron montaña arriba. Parte de la División cayó prisionera, mientras otra escapó a través de las montañas, volviendo a la zona republicana.
También fracasó el intento de volar los puentes que unen la carretera de los acantilados; se consiguió poner la dinamita, (había especialistas asturianos en ello) pero fallaron los detonadores. Eran los problemas de un ejército no profesional, compuesto de campesinos y obreros, al que le faltaban todo tipo de medios para combatir. La llegada de las tropas italianas, a Almuñécar, dejaba expedito el camino a Motril, la principal ciudad de la zona y meta de salvación de las personas que huían. También en Motril, como veremos en los próximos días, se combatió para frenar al ejército italiano.
Todavía en Cerro Gordo, una compañera portuguesa intenta explicarme, con poco dominio del castellano, que ella está allí por Norman Bhetune y José Saramago. Ya en el Polideportivo, un compañero de Granada me explica que son cuatro personas de Portugal las que están participando en la marcha, María Joan, Rita, Idalia y Sergio. Él, es amigo de Idalia, que trabaja en la Fundación José Saramago de Portugal, y habían visitado Granada, para establecer una ruta cultural que relaciona a Saramago con García Lorca.
Justamente, el monumento a Norman Bethune, por el que pasamos el segundo día de marcha, tiene una cita al pie de las estatua que dice: “Recordar es un gesto supremo de humanidad” José Saramago. Idalia preguntó por el tema de la Desbandá a Pilar del Río, la esposa española de José Saramago, y ella tenía referencias del éxodo de Málaga y el genocidio de la carretera de la muerte. Nuestro compañero granadino terminó de convencer a Idalia de que vinieran a la marcha, con sus compañeras y en la ruta cultural Saramago-García Lorca, aparecerá el reconocimiento de Saramago a la Memoria Histórica y específicamente al hecho de la Desbandá y el recuerdo de Norman Bethune.

A mediodía, esperando turno en la cola de la comida, hablamos con Pilar Ortiz, que participa por primera vez en la marcha y nos cuenta su vinculación con ella. Es de Canillas de Albaida, su tía abuela salió con dos niños pequeños, pero ante la terrible situación en la marcha de la Desbandá, con el acoso de aviones y barcos, se volvió al pueblo. Su abuela, decidió no marcharse, lo que le costó que la detuvieran a ella y a su hijo de 12 años, siendo maltratados ambos, para que dijeran donde estaba el marido, que si había huido. Recibió muchas palizas y vivió la humillación del pelado a rape que sufrían las mujeres republicanas. El marido, mientras tanto, fue detenido en Ventas de Zafarraya y estuvo 8 años preso. En ese tiempo, su mujer tuvo que sacar adelante, a sus 6 hijos e hijas, una de ella madre de Pilar. Finalmente otro tío abuelo, que era maestro, se movilizó en defensa de la República. Cayó preso en el frente, y lo condenaron a muerte. Pudo salvarse porque el hermano de su mujer, franquista, consiguió sacarlo de cárcel a condición de que se alistara a la Legión en Marruecos, en la zona de Ceuta. De esa forma, salvó la vida, pero tuvo que aguantar en la Legión durante 20 años. No obstante, no renegó de sus ideales republicanos, al volver a la península, se instaló en Valencia, donde trabajó en una empresa como contable. Solamente al jubilarse, volvió a Canillas de Aceituno, donde ya pudo hacer gala de sus ideales sin temer la represión.
A las 6 de la tarde, en la Biblioteca de Salobreña, visitamos una exposición sobre la guerra y la postguerra, guiada por Luis Naranjo, historiador y miembro del Foro por la Memoria de Córdoba. Después a las 7 de la tarde, en la Casa de la Cultura, una Conferencia sobre la situación en Palestina, en la que intervienen Jaldía Abu Bakra, activista palestina, muy reconocida ya en España y feminista. También intervengo yo mismo, sustituyendo al eurodiputado de IU, Manu Pineda, que excusa su asistencia por compromisos en la campaña electoral de Galicia. La Conferencia de Jaldía es impactante y emotiva y genera un gran debate que tenemos que parar a las 9 de la noche, porque no hay más tiempo.
Mañana, volvemos a Málaga, para hacer lo que debería haber sido la etapa inicial. Lo hacemos así para poder coincidir, por primera vez en 8 años, con las personas que no participan en la Desbandá hasta Almería, pero todos los años recuerdan la Desbandá histórica haciendo una marcha desde el centro de Málaga, hasta el fin del municipio en dirección Almería, donde está ubicado el Paseo de los Canadienses y una placa que recuerda a Norman Bethune.
Manolo García
Cronista Marcha Desbandá


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