Este Primero
de Mayo no estaremos en las calles ni en las plazas reivindicando el día de
nuestra clase, celebrando los derechos conquistados y luchando por los que
quedan. Este Primero de Mayo estaremos confinadas en nuestras casas por la
situación de excepcionalidad social en la que nos encontramos. Pero eso no
significa que olvidemos nuestra fecha: el Día Internacional de la Clase
Trabajadora.
A lo largo
de todas estas semanas de crisis sanitaria y económica, ha quedado demostrado
que, bajo el sistema capitalista, la gestión de las crisis se hará siempre bajo
la premisa de defender los beneficios privados. Se ha demostrado que es incapaz
de priorizar los derechos y bienes colectivos por encima del beneficio privado
de unos pocos y no es retórica. El mejor ejemplo de ello es como ante la
pandemia que estamos viviendo, mientras no hemos podido realizar ninguna
actividad más allá de las imprescindibles para la reproducción de la vida, el
capital y en concreto la CEOE han obligado a la clase trabajadora a confinarse
en el transporte público e ir a trabajar, incluso cuando esos puestos de
trabajo no eran esenciales para la situación de alarma. La lucha de clases no
se ha parado. La lucha de la clase trabajadora en contra de la explotación
capitalista sigue tan vigente como siempre.
Y somos la
juventud el sector de la clase trabajadora que más está pagando ya los costes
sociales de la crisis económica capitalista. Las primeras consecuencias nos
dejan datos escalofriantes: 1 de cada 2 trabajadoras despedidas en marzo son
menores de 35 años y España es el país de Europa con más paro juvenil (32% en
menores de 25 años). Esto tan solo viene a agravar la penosa situación en la
que se halla la juventud española. La situación para las jóvenes trabajadoras
no es nueva pero sí se acentúa: viene empeorando desde que se aprobaron por
parte del PSOE las primeras leyes en las que se permitía el trabajo temporal
hace ya décadas y se empeoró de manera despiadada a partir de las crisis de
2008. Además, las jóvenes no hemos vivido ninguna recuperación económica y los
datos así lo confirman: el precio medio del alquiler, la opción más asequible
para poder independizarnos y empezar un proyecto de vida, nos obligaría a
destinar más del 90% de nuestro sueldo medio solo al pago de la vivienda.
A pesar de
todo ello, hemos estado, como el conjunto de la clase trabajadora en primera
línea. Muchas veces sin los EPIs necesarios, con condiciones de absoluta
precariedad en el puesto de trabajo, realizando las tareas esenciales que están
permitiendo a la sociedad superar esta situación: repartidores, cajeras,
enfermeras, limpiadoras, cuidadoras, reponedores… Muchas de las jóvenes en
primera línea durante la cuarentena han sido contratadas con contratos
temporales o a jornada parcial, y seremos despedidas en cuanto al empresariado
le convenga. La clase trabajadora es quien produce, cuida y reproduce a la
sociedad y como en todas las crisis, en esta también, ha quedado claramente
demostrado. Y si somos imprescindibles, es hora de luchar y exigir nuestros
derechos que también son necesarios. Si producimos los bienes básicos, los
repartimos, cuidamos de las personas que lo necesitan y las curamos, aseguramos
los suministros de luz y agua, limpiamos las calles y hacemos que funcione el
transporte, nos merecemos no caer en las garras del paro ni la precariedad
estructural. Nos merecemos tener asegurado un trabajo y un sueldo con el que
tener una vida digna.
Ante los
tiempos difíciles que se avecinan solo tenemos un camino. El camino de
organizarnos y luchar por nuestros derechos. Nuestro camino siempre será la
lucha de la clase trabajadora para superar este sistema que en este período de
excepcionalidad nos vuelve a demostrar que solo existe el beneficio privado,
para ellos ninguna necesidad social ni humana está por encima del capital. Que
de esta crisis salgamos mejor o peor solo depende de nosotros mismos y de
nuestra capacidad de movilización. Y las jóvenes, como siempre, tenemos el
papel de empujar esas luchas hacia adelante. Toda la historia de lucha del
movimiento obrero nos demuestra que el empresariado no cede ningún derecho por
buena voluntad, todos han sido conquistados y defendidos con organización y
lucha.
¡Viva la lucha de la clase obrera!
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