José Luis Centella
Secretario
General del PCE
Escribir
un texto sobre Fidel Castro en el día de su fallecimiento siempre produce un
cierto vértigo, pero hacerlo el mismo día que estamos despidiendo a Marcos Ana,
puede ser excesivo para alguien que modestamente trata de representar al
Partido Comunista de España, y por ello adelanto que lo que mejor puedo decir
de ambos, guste o no guste es que Fidel y Marcos Ana fueron ejemplo de
comunistas, porque esa palabra representa la defensa del mejor ideal al que un
ser humano puede dedicar su vida.
Por
eso me atrevo a escribir un texto que empiece por señalar que Fidel Castro
representa lo mejor que ha dado América Latina y el Caribe en la batalla por la
justicia, la paz, la solidaridad y el socialismo, un ejemplo para todos los
pueblos que plantan cara al imperialismo en todo el planeta, por eso la mayoría
de quienes hoy tienen responsabilidades de Estado en Ecuador, Bolivia,
Venezuela, etc. le reconocen como maestro.
Dicho
esto, una cosa si debería quedar clara y es que nada más lejos de la figura de
Fidel que el culto a la personalidad. No hay estatuas suyas en Cuba, no hay
calles o plazas dedicadas, pero sí encontramos cientos de frases; en cada
lugar, en cada rincón, en cada centro de trabajo puedes encontrar una frase,
una idea que va dirigida a dar respuesta a un problema concreto, a un reto, esa
es la diferencia entre un culto a la personalidad vacío y el reconocimiento de
la aportación ideológica.
Fidel
no es un héroe, no es un mito, es un dirigente, es un referente, es un líder,
en el mejor sentido de la palabra, porque la gran aportación de Fidel Castro a
la historia, después de conseguir dirigir una revolución y mantenerla en pie
mas de cincuenta años, es la de situar la batalla de las ideas que deben
transformar este mundo en una sociedad justa e igualitaria, y Fidel siempre
dijo que teníamos que situar esta batalla de las ideas por encima del
sectarismo en el que una y otra vez ha caído una parte de la izquierda. Ganar
la batalla de las ideas es poner en valor la defensa de la justicia social, del
derecho de los pueblos a ser dueños de su futuro frente al imperialismo, y
hacerlo desde el rigor técnico, sin demagogia fácil, desde la solidez del
argumento y la firmeza en la lucha.
Fidel
Castro, asumió en su día el reto de no rendir cuentas ante un tribunal de la
dictadura de Batista, sino que se propuso rendir cuentas ante la historia, y
eso solamente lo puede plantear alguien que está plenamente seguro de su razón,
de la solidez de sus argumentos. Por eso, en este momento, no podremos decir si
finalmente la historia lo absolverá, porque eso depende de si la historia la
escriben los pueblos que le referencian como libertador o quienes lo ven como
objeto de odio y deseos de venganza porque les quitó el burdel en el que habían
convertido a Cuba en los años 50. Lo que sí podemos decir es que el pueblo
cubano, junto con millones de seres humanos en todos los lugares del planeta,
lo han absuelto.
Fidel
Castro puede ser una de las personas más queridas y más odiadas de este tiempo;
por eso no se puede ser neutral, por eso este artículo toma partido y, desde su
propio título, se sitúa al lado de Fidel, de sus ideas, de su aportación a la
liberación de los parias de la tierra, de su contribución a que hoy sea posible
hablar de Socialismo en el siglo XXI.
En
los tiempos en los que caía la URSS, en los que tantos buscaban su lugar junto
al Sol que mas calentaba, Fidel le dijo no a Gorbachov, cuando le planteó
claudicar, le dijo no a Solchaga cuando por mandato de Felipe González le
planteó una transición suave hacia el capitalismo, porque detrás de esos ‘noes’
estaba la determinación de no asumir la derrota, de situar el ideal comunista
por encima de errores, y de no entregarse. Gracias a esa determinación, gracias
a esa valentía hoy existe la realidad de una América Latina que nadie podía
imaginar, que nadie podía soñar.
Sin
la determinación de Fidel, sin su capacidad para conseguir que el pueblo cubano
resistiera y no entregara su Revolución al imperialismo no hubieran sido
posibles los procesos de liberación que se están dando en América Latina, si la
Revolución Cubana hubiese sido derrotada en los años 90 del siglo pasado, hoy
no existieran la Bolivia, de Evo, ni el Ecuador de Correo ni siquiera
existirían los procesos de Brasil o la Argentina que con todas sus
contradicciones marcan un camino antiimperialista.
Fidel
supo pasar a segunda fila para demostrar que la Revolución no dependía de su
persona, sino de las ideas, de la fuerza de un pueblo que está decido a ser
dueño de su destino, de sus dificultades e incluso de sus errores porque con
todo ello se demuestra que es posible construir un mundo más justo, más
solidario, más libre.
Es
Fidel un político con una clara visión de la realidad poniendo siempre en
primer plano lo que consideraba fundamental de la lucha de los pueblos frente a
quienes quieren robar la riqueza naturales para ponerlas a disposición de una
minoría, por eso ha sido hasta el último momento un referente para toda la
izquierda mundial en análisis y alternativas en la lucha de los pueblos contra
el capitalismo y el imperialismo. La defensa de la necesidad de combatir al
fascismo ganando la batalla de las ideas, fue lanzada por Fidel hace más de
veinte años, cuando los que hoy se asustan del avance fascista adoraban el
neoliberalismo como la panacea que resolvería los problemas de la humanidad.
Fidel
denunció la deuda odiosa que el FMI y el Banco Mundial habían generado en
América Latina como la gran losa que impedía el desarrollo de estos pueblos,
poco caso le hicieron en ese momento desde la vieja Europa, y hoy tenemos que
recordar la claridad de esa denuncia en esta Europa presa de la deuda impagable
que en aquellos momentos se comenzaba a generar.
Desde
esta perspectivas, me atrevo a pedir que los dogmáticos, los sectarios, los
idólatras, que pasen de largo, que no pierdan el tiempo en homenajes que el
propio Fidel rechazaría y, por el contrario, animo a que se haga una reflexión
critica de su vida y su obra, desde el debate de ideas, porque cualquier frase,
cualquier texto de Fidel nunca debe entenderse como una consigna vacía, como un
lema propagandístico, sino como ideas, como propuestas llenas de contenido. Son
reflexiones que nos hacen pensar, que nos marcan objetivos, y si conseguimos
este objetivo habrá merecido la pena el esfuerzo.
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