Efraín
Campos Vidal
Secretario
Político Provincial del PCA en Málaga
Nada está
perdido si se tiene el valor de proclamar
que todo está
perdido y hay que empezar de nuevo
Julio Cortazar
Lo
primero sería preguntarnos si es realmente necesario un Partido Comunista, lo
que implica plantearse inequívocamente la necesidad para nuestra clase de un
proceso revolucionario. Mi respuesta es que no solo es necesario, si no
imprescindible: el sistema capitalista se ha demostrado incapaz de gestionar
las contradicciones que produce su existencia y para que nuestra clase pueda
vivir dignamente es necesario cambiarlo por el Socialismo, es decir, un sistema
en el que la clase dominante no sea la burguesía si no el proletariado. En
función de ello se necesita una organización de clase que sea capaz de dirigir
el proceso revolucionario cuando se produzca, además de trabajar para la
eclosión del mismo. Esa organización no puede ser otra el Partido Comunista de
España, por historia, por ideología, por capacidad y por su militancia.
Dilucidado
esto, es cuestión de definir cuál es la mejor fórmula organizativa para
conseguir estos objetivos. Como
ya hemos llegado a la conclusión de que conseguir poder institucional poco
tiene que ver con la toma real del Poder, necesitamos sentar bases para la
construcción de un contrapoder que sea el germen de la nueva sociedad; no
podemos esperar cambiar la sociedad desde los parámetros del capitalismo, lo
cual nos lleva a la necesidad de un proceso de construcción de Poder Popular,
que tendrá avances y retrocesos, pero que es imprescindible, y además ligado al
proceso de Ruptura Democrática que ya hemos teorizado.
La
construcción de dicho Poder Popular tiene mucho que ver con el avance de la
clase trabajadora desde clase en sí a clase para sí, lo que implica, primero
una toma de conciencia y posterior empoderamiento. Y el cómo hacerlo es la
madre del cordero. Necesitamos movilización, claro, pero también ceder a los y
las trabajadoras espacio de toma de decisiones. Históricamente este papel ha
sido propio de los sindicatos de clase, el problema surge del análisis actual
que tenemos de los sindicatos, en el que entendemos que han perdido su
capacidad de concienciación de las trabajadoras, además cambiar la lucha de
movilización y huelga por la negociación, lo que hace bascular la centralidad
de las decisiones del trabajador a sus representantes sindicales; por tanto nos
encontramos en una encrucijada en que las herramientas clásicas no tienen
validez.
Por
otro lado también partimos de un panorama desolador frente a los movimientos
sociales, la otra pata de la movilización; hoy día la desarticulación social
lleva a unos movimientos sociales débiles, con poca militancia e
ideológicamente volubles (tómese esta aseveración como una generalidad gruesa,
ya que existen organizaciones que se salen totalmente de ella). Con lo cual
también dificulta que el Partido se nutra de activistas de estas organizaciones
para aumentar sus filas. Curiosamente, tras muchos años defendiendo que
debíamos dejar autonomía a los MM.SS. y no incorporarlos a nuestras filas, en
los últimos procesos se han integrado sin ningún tapujo en listas electorales
de otras fuerzas políticas.
Para
que todo sea más complicado, la batalla cultural, la de las ideas, la perdimos
hace mucho tiempo, a partir de la ofensiva liberal encabezada por Thatcher y
Reagan, complementada con la reofensiva tras la caída del muro de Berlín, con
lo que nos encontramos no ya a la defensiva, si no desarmados ideológicamente.
El pensamiento neoliberal campa a sus anchas y no hay una respuesta a la altura
del enemigo.
Sin
embargo, también es cierto que las ideas comunistas organizadas alrededor del
PCE siguen existiendo. La militancia comunista sigue siendo el gran valor no
solo del PCE, si no de la clase trabajadora, aunque lejos de lo que deseamos,
es una certeza que nuestra militancia es la mejor formada de los distintos
grupos políticos actualmente existentes. Además la implantación territorial,
sobre todo en Andalucía, es otra de las grandes fortalezas que poseemos,
existimos en gran parte de las poblaciones y somos reconocidos por nuestro
trabajo.
Necesitamos
crecer en influencia, por lo tanto el PCE debe ser el interlocutor entre las
distintos espacios de respuesta y crecer por sus márgenes. Y para ello
necesitamos lo primero un modelo completo de sociedad, tenemos que trabajar no
solo un programa político, si no un modelo de país, de relaciones, de cultura,
de ocio… el comunismo no es simplemente un decálogo de lo que haremos al tomar
el palacio de invierno, es una forma de dar sentido a la vida. La cultura
comunista, desaparecida de la calle, es imprescindible que vuelva a surgir y
ser hegemónica en la clase trabajadora si realmente queremos dar la vuelta al
mundo.
Con
este tablero de juego debemos ser capaces de marcar una estrategia de
crecimiento cualitativo del movimiento comunista. A partir de este análisis hay
que plantear las respuestas para superar la situación. Metodológicamente voy a
plantear 3 puntos, que deben considerarse íntimamente relacionados, ya que no
son compartimentos estancos y están en permanente contacto entre ellos.
1.
A nivel social. El modelo organizativo actualmente desarrollado en el PCE no
tiene capacidad para actuar sobre la movilización, a no ser a través de las
estructuras de dirección. No significa esto que los militantes de base no
participen, pero lo hacen de forma desorganizada y por intuición, sin
directrices políticas claras. Por otro lado, las estructuras que pueden tener
más información sobre la política a aplicar en estos espacios, generalmente
están en muchos otros frentes, la mayoría internos, con lo que no se puede dar
una relación fluida. Y por supuesto no podemos dejar de lado la falta de
organicidad en el Partido en la periodicidad de reuniones y muchos otros
aspectos, lo que implica que es mucho más complicado romper esta inercia. Es
necesario pues crear un espacio de socialización de políticas y, por otro, una
mayor atención de los frentes donde actúan las camaradas y su seguimiento.
Una
de las maneras de conseguir esto es reducir el tamaño de las agrupaciones,
proponiendo un número máximo de militantes que podría rondar los 10 camaradas,
o dividir las grandes en grupos de acción (similar a las células), donde se den
espacios regulares de debate y puesta en común y rendición de cuentas de la
actividad de los militantes. Obviamente hay que tener en cuenta que la
actividad de algunos militantes se reduce a pagar la cuota y participar
puntualmente en alguna actividad, por ello estos grupos deben buscar un
equilibrio para compensar los distintos perfiles. Por otro lado la dirección
del Partido debe comprometerse sin excusas a plantear en los órganos guías de
acción que orienten a las militantes sobre la línea política del trabajo que
desarrollan, desde una permanente comunicación. Los informes de coyuntura no
pueden ser el 90% del tiempo de los Comités en los distintos niveles, los
planes de trabajo y la rendición de cuentas deben ser el centro. Un Partido
dispuesto a actuar en la sociedad necesita tener claro cuál es su trabajo en
ella.
2.
A nivel institucional. El PCE no puede dedicar su acción política al frente
institucional la estrategia prioritaria; siendo una parte importante de la
lucha política, no es la única, ni siquiera la más importante. En los últimos
años hemos reaprendido que las instituciones burguesas, cuando las tomamos como
un fin en si mismas, acaban frenando la lucha social. De hecho, el proceso que
ha llevado a los resultados de las últimas elecciones está acelerando esta
situación, y la movilización ha frenado radicalmente. Esto llevará a una
decepción de la ciudadanía, corriendo el peligro de que, al no ofrecérseles una
alternativa, volverán a su casa y será muy complicado recuperarlos para la
lucha política en el sentido que decía Marx.
El
modelo de organización que tenemos se basa en gran parte en los recursos que
conseguimos directa o indirectamente por las instituciones: los trabajadores
del Partido se consiguen en gran medida de ellos, pagamos las sedes, sufragamos
actos… con lo cual lo primero es cambiar esto: necesitamos un modelo financiero
que nos permita desarrollar las finanzas al margen de la institución. Una vez
hecho esto, podemos empezar a plantear cambios en la acción institucional, ya
que no seremos tan dependientes de los resultados electorales.
El
trabajo institucional debe ser el complemento al trabajo social, nunca al
contrario. Los camaradas que designamos para ocupar cargos públicos deben estar
al servicio de la organización y de la calle. Debemos tender también a reducir
el número de cargos públicos en los órganos de dirección (y también de
trabajadores del Partido) para ampliar nuestra visión colectiva en los órganos.
3.
A nivel propagandístico. Si realmente queremos sacar al PCE de la segunda
clandestinidad necesitamos un aparato de propaganda estable. Las ideas no viven
sin organización, pero aun menos vivirán si no somos capaces de trasladarlas a
la clase trabajadora. Podemos tener los mejores análisis y los mejores planes
de acción, pero si no somos capaces de darle difusión quedarán muy bonitos en
los informes que se presenten y poco más. Un aparato de propaganda con una
acción constante y metódica, perfectamente engrasada y capaz de llegar a todos
los lugares donde tengamos militantes es imprescindible, no ya en el PCE, si no
en cualquier partido que aspira a ser revolucionario. No puede haber revolución
si no hay revolucionarios, y no puede haber revolucionarios sin la difusión de
las ideas.
En
definitiva, necesitamos un Partido que huya de lo superfluo y repiense cuáles
son sus esencias irrenunciables. El futuro se presenta magnífico si somos
capaces de hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario