“Un fantasma recorre Europa: el
fantasma del comunismo”, así comienza ese folleto de
veintiséis páginas llamado El Manifiesto Comunista, que hace 168 años se empezó
a publicar, donde se condensan una útil explicación de la historia, análisis de
la sociedad capitalista, el papel histórico liberador de la clase obrera, la
relación entre los comunistas y el resto de las organizaciones obreras, la
coyuntura de 1848, además de realizar una crítica de varias corrientes
socialistas y comunistas del momento. Para finalizar con un imprescindible lema
de internacionalismo: Proletarios de
todos los países uníos. No podemos olvidar sus prólogos a las distintas
ediciones, son un nuevo ejemplo para afrontar su interpretación sin caer en
dogmatismos estériles, siendo el propio Marx el que nos advierte de que la
aplicación práctica de los principios enumerados en el Manifiesto depende
siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes. Ese fue
el axioma recogido por Lenin desde el cual interpretó la realidad rusa para
hacer la Revolución y que hizo a Gramsci atreverse a afirmar que era la Revolución contra El Capital, de K. Marx, y los bolcheviques
renegaban de algunas afirmaciones de este, pero en cambio no lo hacían de su pensamiento inmanente, vivificador.
La
dimensión político-moral de Marx es inseparable de su carácter científico y
esta de la organizativa, de este comunista militante que propone construir un
partido propio de la clase obrera como instrumento para forjar un mundo de
seres humanos iguales en lo social y realmente libres.
Nosotros
los comunistas tratamos de pensar y actuar en continuidad con Marx, leemos a
Marx dialogando con él y también con quienes lo interpretaron, a pesar de las
contradicciones y divergencias existentes entre estas lecturas. Bastaría
mencionar las propuestas de Gramsci, Lukács, Althusser, Togliatti, Korch,
Lefevre, Cerroni, Bloch, o nuestros Manuel Sacristán, Paco Fernández Buey o el
malagueño Adolfo Sánchez Vázquez para adivinar cuan diferentes son, pero que
estimulantes son sus apreciaciones sobre las ideas de Marx. Para éste
enriquecer su conocimiento científico de la sociedad era una necesidad urgente,
llegando a decir en una carta a Pawel Annenkow: “A nadie le ha sido jamás útil la ignorancia” y esta es una buena
lección para todos nosotros hoy, y que Lenin sintetizo en aquello que
machaconamente repetía a sus contemporáneos de la necesidad del “análisis de la realidad concreta” para
definir el “Qué hacer”, tan lejos de
los deseos e ilusiones como motor de la historia tan en boga hoy en los
autodenominados post-marxitas, y que nunca debiéramos olvidar.
Atrevámonos
y volvamos a Marx, destaquémonos y hagamos valer los intereses comunes a todos
los trabajadores, independientemente de su nacionalidad, e independientemente de la fase en que nos
encontremos de la lucha de clases, siempre intentemos representar los intereses
del movimiento en su conjunto. Seamos pues la parte más decidida, la que
impulsa hacia delante a los demás.
Aquí
y ahora, los y las comunistas españoles, cuando estamos inmersos en la primera
fase del debate de nuestro XX Congreso, debiéramos aplicarnos el cuento,
también en Izquierda Unida inmersa en su debate asambleario para definir su
futuro, y ponernos con las manos en la obra, sin sectarismos, sin querer
refugiarnos en las certezas del pasado pero tampoco sin dejarnos deslumbrar por
las fantasías paralizantes de iluminados, nunca ha sido más actual aquello “ni en dioses, reyes y tribunos,…”.
Siempre
con la mano tendida, camaradas comencemos a poner las bases de la unidad
popular, desde el convencimiento de que no puede haber tal unidad popular si a
su vez no existe movimiento popular, es decir un pueblo que se auto organiza para
defender sus derechos y libertades, y para desde ese poder popular impulsar el
cambio político y la transformación social.
Y
para ello hoy, dada la actual correlación de fuerzas, es imprescindible reconstruir
el movimiento de convergencia de las izquierdas para referenciar a nuestro
pueblo una alternativa, primero para la resistencia a la ofensiva neoliberal y
seguidamente poner las bases de un nuevo país, el Socialismo.
Eduardo
del Rosal
Responsable
de Memoria Histórica del PCA de Málaga
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