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jueves, 13 de febrero de 2020

Crónica de la séptima jornada de la IV Marcha de la Desbandá por la carretera de la muerte desde Málaga a Almería. 12 de febrero.


Hoy día 12 de febrero salimos desde La Rabita para Adra. Mantenemos el grupo en algo más de 100 personas, porque, aunque algun@s compañer@s nos han dicho adiós, otr@s nuev@s se han incorporado. Como en años anteriores, Mercedes, una mujer mayor miembro del Ateneo Republicano nos prepara unos riquísimos buñuelos y una chocolatada para desayunar; parafraseando a Carlos Puebla, si no fuera por Mercedes nos quedaríamos con las ganas de tomar buñuelos con chocolate.
Marchando por la salida de La Rápita, José Antonio Berenguer me recuerda una de las crónicas negras del paso de la Desbandá por La Rabita. Viniendo de Málaga, antes de entrar en el pueblo, en una cuneta de la cuesta del Marroquí, pegada a la playa del Ruso, una mujer se puso a parir de noche, mientras la riada de gente seguía la marcha; nada más tener al niñ@, ella lo arropó como pudo y se echó otra vez a andar, pero enseguida se dio cuenta que no lo llevaba, que se le había escurrido; desesperada volvió sobre sus pasos y encontró al bebé muerto, porque lo habían pisado, destrozada y desesperada se tiró por el barranco y se mató ella también.
La ciudad de Adra, la más importante del territorio republicano antes de llegar a Almería también fue muy castigada por los bombardeos fascistas. El 7 de febrero, el mismo día que tomaron Málaga, en Adra, se celebraron los carnavales, por lo que las calles estaban llenas de gente, ese mismo día, pasó por el pueblo un convoy del ejército republicano que llevaba piezas de aviones para ensamblar en un aeródromo cercano, lo que constituyó una atracción añadida a la celebración; pero apareció la aviación fascista que ametralló el convoy y a todas las personas que en ese momento estaban en la calle principal de Adra, hubo decenas de muertos. Esta Memoria Histórica nos la relató hace dos años un técnico de cultura del Ayuntamiento, que estaba y sigue estando gobernado por el PP.
Un símbolo emblemático de Adra es la torre-fábrica de plomo, para fabricar perdigones, que funcionaba en aquella época en Adra, ciudad que además de milenaria, agricultora y pesquera, también fue una incipiente potencia industrial junto con Málaga en la segunda mitad del siglo XIX. El Marqués de Heredia, industrial asentado en Málaga, fue quien puso en marcha también la fábrica de plomo de Adra.
En Adra se estableció el primer campo de refugiados de la gente que huía en la Desbandá, parecía que el peligro había pasado y que ya podían descansar y continuar con las fuerzas repuestas, sin embargo el 13 de febrero de 1937, la aviación franquista bombardeó el campamento, creando tal pánico, que el pueblo pensó que el bombardeo era el comienzo de una nueva ofensiva fascista por tierra, de manera que no solo huyeron los que ya venían, sino que el pueblo entero de Adra abandonó la población marchando con los huidos, aunque poco después se pudo saber que los bombardeos solo obedecían a la saña asesina de los fascistas y no a ninguna ofensiva.
Ahora que hemos entrado en Almería vuelve a repetirse la frase de que Almería es muy de derechas y que entramos en territorio hostil. Sin embargo, más allá de la actitud de los Ayuntamientos de El Ejido y Roquetas, (peor aún el de Roquetas que el del Ejido), la verdad es que no hay hostilidad en la calle y que como en toda la marcha nos llegan gritos de ánimo y de ¡Viva la República!, aunque, como ya resumiremos al final, también están los ¡Viva Franco!, pero, por ello, hay que poner en valor la valentía de los almerienses de izquierda que colaboran en la Memoria Histórica y defienden los ideales del republicanismo democrático.
De entre los almerienses que caminan en la marcha van dos hermanos, originarios de Benitagla, un pueblecito almeriense de la Sierra de los Filabres; son Joaquín de 70 años y Lisardo de 63 y tuvieron conocimiento directo de la Desbandá a través de su abuela Mercedes que le contaba a sus nietos como vinieron huyendo los malagueños; ella, mucho más que su marido, era una mujer rompedora, completamente comprometida con la defensa de la República, que vestía a sus hijos de rojo para dejar clara su ideología. Cuando triunfaron los fascistas y tomaron Almería, a Mercedes, además de humillarla como a todas las mujeres rojas, la condenaron a 3 años de cárcel, y a pena de destierro a Albox. Cuando finalmente pudo regresar a su pueblo, debía presentarse todas las semanas en el cuartel de la Guardia Civil de la zona, en el pueblo Tahal, que distaba unos 5 Km de su pueblo. Como ella estaba muy débil para hacer esas caminatas, su marido la llevaba montada en un burro al cuartel para firmar la comparecencia; pero el mayor problema no era ese, sino que cada vez que iba al cuartel se llevaba su ración de hostias; tampoco acababa ahí el problema, a la vuelta al pueblo, los días que iba a firmar, las mujeres fascistas la esperaban a la entrada y le daban otras pocas de hostias; tan resignados e impotentes estaban que el marido cuando veía llegar a las fascistas bajaba a Mercedes del burro, para que las otras no la bajaran a la fuerza. Es terrible pensar el sufrimiento y humillación que pasó aquella mujer tan arrojada, y como resistió para no huir o suicidarse. Resistió los golpes y nunca la amedrentaron, prueba de ello es que cuando años después multaron a Joaquín, que siendo niño trabajaba de cabrero, por meter el ganado por un sendero teóricamente prohibido, ella fue al cuartel a pelearse con los guardias por haber multado a su nieto. Mercedes, a pesar de todo vivió 86 años y la mayor pena es que murió varios años antes que el sangriento dictador y no tuvo la satisfacción de verlo morir antes. De los tres hijos de Mercedes, uno estuvo preso varios años con los franquistas y el otro huyó a Francia, peleó contra los nazis, estuvo preso en Mathausen, de donde salió con 33 kg logrando sobrevivir. Otro hermano de Mercedes, que fue Guardia de Asalto también estuvo 7 años en las cárceles de Franco. El abuelo paterno de Joaquín y Lizardo, militante de la CNT, también murió en la cárcel; él no fue combatiente, ni había hecho nada que no fuera colaborar en labores administrativas con el Ayuntamiento del Frente Popular de su pueblo, y como enseñante, ya que era un hombre culto. Después de una primera detención cuando entraron los fascistas, lo soltaron y estuvo haciendo vida normal, aunque como no encontraba trabajo, fue al nuevo Ayuntamiento a pedir un salvoconducto para ir a trabajar al arroz a Sevilla; allí le dijeron con cierta sorna, que no se preocupara, que se fuera que le iban a llevar el salvoconducto a su casa; lo que fueron es a llevarlo preso a la cárcel del Puche en Almería, donde murió de alguna manera desconocida y enterrado en una fosa común de las que esperan ser recuperadas por la movilización y la acción democrática.
Lisardo, el hermano de Joaquín es la primera vez que participa en la marcha; es el más alto de la marcha, pesa 115 Kg y fue campeón de España de pesos pesados amateurs en su juventud. Desde el primer día tuvo problemas con los pies y le ha costado mucho seguir caminando, pero ha conseguido llegar hasta aquí y ya es seguro que llegará a Almería honrando la memoria de su abuela roja y rebelde.
El acto social de esta tarde ha sido la presentación, en el salón de actos del Museo de la Pesca de Adra, del libro “La guerra en mis ojos. Los cuatro exilios de Ana”. El libro lo han escrito Fran Martín y Sonia Cervantes sobre conversaciones con Ana Pomares, una niña que salió huyendo de Málaga, el día que cumplió 9 años, el 7 de febrero de 1937. Hoy con 92 años, es una mujer lúcida, fuerte, llena de ánimo y capacidad de lucha, que declara con firmeza y combatividad que quisieron matarnos a todos en la Desbandá, pero no lo consiguieron y hay que seguir luchando. Ana, que además es una experta manejando redes sociales, cuando se enteró por internet, que había un Congreso de testimonios de la Guerra Civil en Almería, se cogió el autobús desde Algeciras donde vive desde hace muchos años y se fue para Almería; escuchó la Conferencia sobre la Desbandá de Málaga, y cuando dieron la palabra al público, ella pidió el micro y dijo que ella había estado allí y quería contarlo. Este fue el inicio del libro, que ha tardado varios años de investigación dando soportes históricos al relato de Ana. Ahí se narra la huida a Almería, donde se instalan en una cueva de la zona de la Alcazaba, la marcha posterior a Oran en una traíña, el viaje de Orán a Barcelona, y posteriormente a Valencia, y finalmente, casi al final de la guerra la vuelta a la casa cueva de Almería, una odisea donde va narrando todos los sufrimientos y horrores de la guerra.
Mañana, 14 de febrero, después de 20 km aproximadamente, llegaremos a El Ejido.

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