Thilo Schäfer/lamarea.es
La última vez que
Enrique Santiago (Madrid, 1964) fue entrevistado por La Marea estaba
en medio de las negociaciones de paz en Colombia como asesor jurídico
de la guerrilla de las FARC. Hoy sigue implicado en salvar aquel
acuerdo histórico. A esta tarea y otras causas como abogado se le ha
sumado la misión de liderar el Partido Comunista de España, desde
que salió elegido por el Comité Central en abril.
En el año del
bicentenario del nacimiento de Marx, ¿tiene relevancia el comunismo
en la sociedad actual?
Mientras la sociedad está
atravesada por las desigualdades y por la negación de derechos a los
trabajadores, a todo aquel que vive de su trabajo, los ideales del
comunismo tienen plena vigencia. Es decir, reivindicar una sociedad
más justa donde se garanticen los derechos recogidos en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Vivimos en un mundo
donde 300 personas ostentan tanta riqueza como los 3.000 millones más
pobres. En España tenemos un índice de pobreza del 25% y hemos
llegado a una situación en la que tener un empleo no significa salir
de la pobreza por la precarización del trabajo. Hay índices que son
tercermundistas como la desnutrición infantil. Cuando la injusticia
sea la norma de funcionamiento está claro que las ideas del
socialismo, del marxismo y del comunismo siguen vigentes.
Thomas Piketty muestra
en El capital en el siglo XXI que la participación del capital en la
renta nacional bajó desde la época de Marx pero que ha vuelto a
crecer. ¿Nos estamos acercando al momento de máxima acumulación
previsto por Marx como escenario revolucionario?
Sin duda. Es un problema
del neoliberalismo, de la desregulación de las sociedades. Se ha
revertido el modelo de bienestar que se creó en Europa después de
la derrota del fascismo. La crisis ha constatado un sistema de
reparto de riqueza absolutamente injusto. Se gravan más las rentas
de trabajo que las de capital. El preámbulo de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos habla del sagrado derecho de los
pueblos de levantarse contra gobiernos injustos.
¿La clase obrera, el
proletariado de Marx, sigue existiendo hoy o es algo más complejo?
Con la acumulación de la
riqueza en pocas manos, que pretendan decirnos que han desaparecido
las clases sociales es de risa. Lo que pasa es que vivimos en un
mundo en el que hay una penetración cultural mucho más poderosa que
en generaciones anteriores, debido en parte por medios de
comunicación controlados por grandes grupos económicos. Existe un
cierto desarraigo cultural y una pérdida de conciencia de clase.
Pero esto no significa que no existan las clases. Hoy la clase obrera
no es equiparable al concepto que había en la revolución
industrial. Clase trabajadora es todo aquel que para vivir solo tiene
su salario, eso si consigue acceder a un puesto de trabajo. Es una
necesidad organizar a todos estos trabajadores y trabajadoras en
defensa de sus derechos. Ojalá que se suman aquellas personas que no
sufren tanto en primera persona la privación de derechos pero que
son conscientes de que este sistema capitalista es inviable.
Hay movimientos
reivindicativos muy variados, desde el feminismo a las protestas por
las pensiones. ¿Es posible aglutinar todos bajo un solo paraguas,
encima con una ideología tan definida como el comunismo?
Durante la historia los
comunistas siempre hemos trabajado por fraguar amplias alianzas
sociales y políticas con aquellos que, aunque no compartan nuestra
ideología, sí quieren mejorar las condiciones del pueblo. Para ello
tenemos que incrementar nuestra presencia en el conflicto social en
sus distintas facetas, reivindicando los derechos de las mujeres, de
los desempleados, de los precarios, los jubilados y demás. Por otro
lado, hay que generar alternativas políticas fraguando alianzas con
todos aquellos que consideran que este sistema es injusto. En este
sentido los comunistas siempre hemos sido muy generosos al anteponer
los intereses del pueblo a nuestros intereses partidistas.
A pesar de las
desigualdades sociales, parece que hay temas que despiertan más
pasiones. ¿Le da envidia la capacidad de movilización del
nacionalismo catalán?
Creo que eso es muy
complejo. Hay un sentimiento nacional histórico. El nacionalismo
catalán es plural, hay un nacionalismo de derechas y uno de
izquierdas. El agravio por parte del Estado ha sido aprovechado por
el nacionalismo corrupto, el que ha aplicado las políticas
neoliberales en Cataluña. Ha sabido abanderar este sentimiento
nacionalista y opacar cualquier otra reivindicación. Nosotros
defendemos la unidad del Estado, un Estado republicano. Hay una falta
absoluta de comprensión del carácter plurinacional de España por
parte de las fuerzas conservadores españolas. Es un conflicto
político pero se ha optado por vías represivas. Lo que está
haciendo el Tribunal Supremo es una locura. Es la imposición de un
nacionalismo español decimonónico.
Parece que hay más
pasión por la defensa de la independencia que por cualquier causa
social.
Es un recurso habitual
que ha ocurrido muchas veces en la historia. Cuando se recurre a
ideas más primarias, de sentimientos identitarios, las personas
encuentran un nexo de unión con sus más cercanos. Quieren entender
que la forma de resistir a las dificultades consiste en reforzar
estos nexos. Estas situaciones provocaron el auge de regímenes
autoritarios en muchos lugares. Sin embargo, en Cataluña no estamos
ni mucho menos en esta fase. Todo el nacionalismo catalán ha dado
una lección al ser un movimiento con métodos de resistencia
pacíficos y con una alta valoración de las vías democráticas.
Esto ha impedido llegar a situaciones que hace 20 o 30 años en
Europa causaron conflictos civiles armados.
¿Cuánto PCE hay en
Unidos Podemos?
El PCE tiene un
compromiso inclaudicable con Izquierda Unida, a través de la cual
trabajamos en fortalecer la convergencia, no solo con Podemos,
también con las Mareas, En Comú en Cataluña o con las candidaturas
municipalistas del cambio. Puede haber personas que no se sientan a
gusto con la convergencia, pero son minoría. Este fenómeno de
rechazo, de inseguridad, tiene mucho que ver con lo que hablábamos
del nacionalismo. Es una falta de comprensión de la diferencia entre
la identidad política propia y la necesidad de construir programas
comunes más amplios. La formación de alianzas siempre ha estado
presente en el movimiento comunista.
La izquierda hace
fundadas críticas de la realidad pero no sabe comunicar sus
soluciones, si las tiene.
Creo que tenemos dos
problemas en la izquierda. Uno, que todo el mundo está convencido de
estar en posesión de la verdad que difiere de la de los demás.
Luego, efectivamente, tenemos un problema de comunicación. Siempre
es más difícil explicar la alternativa que analizar las
circunstancias de la vida cotidiana. Primero, tenemos que decir que
la alternativa no solo es viable sino que es imprescindible porque el
actual sistema conduce al suicidio de la humanidad. En segundo lugar
hay que dar explicaciones muy pegadas a los problemas cotidianos de
la gente con ejemplos concretos de las soluciones que pueden aportar
las políticas de izquierda. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid
[gobernado por Ahora Madrid] ha reducido la deuda multimillonaria en
más de un 10% al año. Ha sido capaz de generar un superávit a la
vez que aumentó en más de un 15% los programas sociales.
Obviamente, tenemos un problema cuando no somos capaces de explicarlo
a la gente.
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