España
se encuentra en una situación en la que lo que más destaca es el fomento de
liderazgos individuales masculinos, basados en estereotipos androcéntricos,
alejados de la realidad social y a años luz de las reivindicaciones feministas
aún pendientes.
Lo
prioritario de las agendas políticas son los titulares más resonantes y los
“postureos” más sobresalientes. Y mientras, las mujeres seguimos perdiendo
igualdad y derechos, y las brechas de la desigualdad se van agrandando.
Ni
la social democracia, ni por supuesto la derecha, han satisfecho nunca las
reivindicaciones de igualdad real entre mujeres y hombres, por eso las mujeres
sólo podemos confiar en nosotras mismas y en las fuerzas políticas realmente
transformadoras.
Las
mujeres no queremos propuestas que, a modo de paliativos, callen las malas
conciencias y generen apariencias de cambio, cuando en la práctica no resuelven
los grandes retos feministas planteados.
Nuestros
objetivos se consiguen de una única manera: impregnando la política de un
profundo contenido feminista.
Es
necesario, hoy más que nunca, revolucionar la política desde lo más profundo
hasta en sus formas. Todas las reivindicaciones democráticas e igualitarias que
aún están por conseguir, requieren que el feminismo esté situado como pilar fundamental
de decisión. No nos fiamos de las buenas intenciones, ya llevamos demasiado
tiempo esperando.
Están
pendientes aún nuestro derecho al trabajo digno con salarios iguales, el
derecho a decidir libremente sobre nuestra maternidad y nuestras vidas; las
políticas efectivas contra violencia machista; el respeto de las opciones e
identidades sexuales; la apuesta efectiva por la abolición de la prostitución;
la implantación real de una educación igualitaria en todos los niveles;…
Necesitamos
una cultura, una sociedad, en la que las mujeres seamos visibles, sujetos de
plenos derecho – y no objetos hipersexualizados o mercancantilizados-.
Necesitamos conseguir un género humano sin discriminaciones por razón de sexo.
Por
eso hace falta que haya instituciones que defiendan nuestros derechos, que haya
presupuestos destinados a erradicar la desigualdad, y gobiernos en los que
efectivamente nos sintamos representadas.
¡Sin igualdad no hay democracia!
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