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sábado, 24 de marzo de 2018

Unidad para transformar y ganar

Pablo Iglesias
Secretario general de Podemos
Alberto Garzón
Coordinador federal de Izquierda Unida

Porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.
(Federico García Lorca)

El presente artículo quiere servir para reafirmar nuestro compromiso de trabajar unidos para construir un país soberano donde la justicia social y la igualdad real entre mujeres y hombres sean una realidad, y donde el reconocimiento de la plurinacionalidad informe la organización territorial de España. Escribiendo juntos queremos reflexionar sobre algunas claves de la situación política en España y sobre los desafíos políticos, sociales y electorales que Podemos, Izquierda Unida y el resto de fuerzas hermanas debemos afrontar, a nuestro juicio, cooperando unidos.
A nuestro criterio, lo que nuestra sociedad se está jugando en estos años es qué tipo de país será España durante las próximas décadas. Y partimos de la convicción de que no queremos permitir que las fuerzas conservadoras y reaccionarias del país sean las que diseñen nuestro futuro, entregándonos a una noche oscura de pérdida de libertades y derechos sociales. No en vano, en estos años nos jugamos qué tipo de servicios públicos y derechos laborales tendremos, de qué libertades podremos disfrutar y qué capacidad real tendremos para poner en marcha nuestros propios proyectos de vida. Nuestra aspiración es contribuir a hacer un país distinto, mejor y centrado en las mujeres y hombres que trabajan diariamente para que sus hijos e hijas puedan vivir sin penurias ni miserias. Nuestra propuesta política, nuestro proyecto de país, es lo que compartimos ambos y lo que justifica que apostemos por la unidad en un momento histórico tan importante como este.
Aspiramos a ganar social y políticamente al PP y a su recambio naranja y no renunciamos a atraer a las posiciones del cambio a cuantos actores políticos y sociales quieran construir con nosotras y nosotros un país en el que la libertad, la igualdad y la fraternidad se conviertan en los principios efectivos del impulso constituyente que necesita España.
España entre la restauración reaccionaria y el cambio democrático
La tensión entre restauración oligárquica y cambio social y democrático sigue definiendo la situación política española. Hay al menos seis dimensiones de esa tensión.
En primer lugar, existe una tensión social que deriva de las políticas de recortes impuestas por la Troika para afrontar la crisis económica en España y en los países de la periferia europea. Por mucho que los partidos de las élites hayan proclamado la normalización de la situación económica, lo cierto es que la precarización del mercado de trabajo, el paro, la desigualdad creciente, el deterioro del sistema de pensiones y de los servicios sociales, entre otros fenómenos, son una realidad que hace de nuestro Estado social uno de los menos desarrollados de la Unión Europea. El empobrecimiento, absoluto y relativo, de nuestra población se describe por el hecho de que hoy los sectores populares tienen que trabajar más tiempo por menos dinero y, por lo tanto, viven en peores condiciones en un momento histórico en el que, paradójicamente, los avances técnicos permitirían todo lo contrario.
En segundo lugar, con esas políticas de recortes se está amenazado un conjunto de capacidades esenciales para la vida como son tener y cuidar hijos e hijas, cuidar a familiares y amigos o mantener los hogares. Todo eso es lo que se llama reproducción social, y está gravemente amenazada por la combinación de reducción de salarios y desmantelamiento de los servicios públicos. Las familias más pudientes cubren algunas de esas necesidades externalizando los cuidados a empresas privadas y a mujeres en muchos casos migrantes y pobres, pero la inmensa mayoría de familias en España realiza esas actividades con cada vez más dificultad y prácticamente siempre sobre los hombros de las mujeres. Las imponentes movilizaciones de reivindicación de los derechos sociales protagonizadas por los pensionistas y por el movimiento feminista son también indicadores inequívocos de la crisis de reproducción social que nuestro país atraviesa y en particular, del papel protagonista que van a tener las mujeres en los cambios que necesita nuestro país.
En tercer lugar, España vive una crisis territorial grave, como consecuencia de las enormes dificultades para afrontar el encaje político e institucional de la plurinacionalidad. La estrategia autoritaria del PP, sostenida por el resto de partidos monárquicos, de judicializar un conflicto político ha generado en la práctica un Estado de excepción territorial y ha abierto la puerta a un recorte generalizado de libertades. Los partidos monárquicos se han demostrado incapaces de pensar España y su Estado como inclusivo y diverso y no han sabido ofrecer a la ciudadanía catalana una solución democrática y un proyecto ilusionante de participación en España. Jamás hemos compartido las estrategias del procesismo, pero es imposible resolver la situación catalana mediante la fuerza y la acción de los jueces. El único camino para avanzar en la resolución del conflicto catalán pasa por comprender que nuestro país está formado por mujeres y hombres que se sienten de diferentes naciones y que aspiran a cooperar desde el reconocimiento de sus distintas identidades y sus derechos democráticos.
En cuarto lugar, España padece una parálisis institucional sin precedentes. Por un lado, la profunda corrupción no se expresa sólo por los millares de casos que afectan al PP, sino que refleja una concepción patrimonial de las instituciones por parte de las élites políticas y económicas que cercena la calidad democrática de nuestras instituciones y las relaciones entre los sectores público y privado. La historia de nuestro país refleja lo asentadas que están las prácticas políticas de las oligarquías que, entendiendo España como su cortijo privado, han sobrevivido incólumes incluso al advenimiento de la democracia hace cuarenta años.
En quinto lugar, los sistemas políticos demoliberales de nuestro entorno, están sufriendo en toda Europa una crisis de legitimidad como consecuencia del desplazamiento de la soberanía desde la ciudadanía hacia los actores económicos del mercado mundial. La conciencia de que en nuestra sociedad gobiernan los mercados, es decir, los grandes grupos económicos y financieros, y no los Gobiernos elegidos democráticamente supone un reto adicional para las fuerzas progresistas que aspiramos a que la democracia llegué también a la economía.
Finalmente, debemos recordar que somos una comunidad humana que vive en un entorno natural que impone unos límites ecológicos a nuestra actividad productiva, por encima de los cuales no sólo deterioramos el medio ambiente sino también la vida misma. Nuestro planeta es finito y frágil, y no puede soportar por más tiempo una actividad humana que se canaliza a través de un modelo de producción y consumo que sólo se rige por el criterio de la acumulación incesante. Desbordados sobradamente los límites de la biocapacidad del planeta, la comunidad científica ha alertado durante décadas de que el cambio climático, la extinción de la biodiversidad, el exceso de consumo de agua dulce, la contaminación atmosférica y otros fenómenos amenazan con provocar efectos desastrosos e incontrolables: sequías graves, avance de la desertización, lluvias torrenciales, deshielo del ártico y glaciares, entre otros. Ambos firmamos en el año 2014 el manifiesto Última llamada en el que se ponía de relieve la emergencia política de esta cuestión, ahora aún mayor. Y somos conscientes de que las consecuencias del calentamiento global son especialmente graves para España, que no sólo se encuentra en unas latitudes ya bastante cálidas sino que además ha desaprovechado durante estos años una extraordinaria oportunidad para iniciar una transición en el modelo energético.
Nuestro proyecto de país
Como consecuencia de todo lo anterior, consideramos necesario trabajar unitariamente en lo político y en lo electoral. Nuestra aspiración es construir un bloque histórico de cambio y de transformación social que pueda abordar estos retos y diseñar una España democrática que atienda a las necesidades económicas, sociales y ecológicas de nuestros conciudadanos y conciudadanas. Somos fuerzas políticas distintas, con reconocidas diferencias en algunos aspectos programáticos pero consideramos imperioso poner encima de la mesa lo que nos une: el tipo de país que queremos que sea España en las décadas siguientes.
Hartos de los recortes en sanidad, educación, dependencia, servicios sociales o pensiones, queremos blindar los servicios públicos al máximo nivel. Hartas de la desigualdad entre mujeres y hombres, queremos acabar con el patriarcado y con los sistemas culturales que oprimen y explotan a las minorías de nuestro país. Hartas de las guerras que promueven nuestros Gobiernos, queremos promover la paz y la solidaridad entre pueblos. Hartos del parasitismo de los falsos liberales que expolian lo público, queremos una administración pública democrática y libre de corrupción. Hartas del autoritarismo que judicializa el conflicto catalán y que encierra también en cárceles a cantantes y raperos y multa por hacer chistes, queremos un sistema de libertades donde prevalezcan los derechos humanos. Hartos de los desahucios y de los alquileres inaccesibles, queremos alquileres públicos y poner coto a especuladores y a los parásitos financieros. Hartas de ver cómo el poder ha atacado sin piedad el mundo de la cultura, de los teatros, la danza y el cine, queremos una España que libere su creatividad y cultura del reino de la mercantilización obsesiva, de la precariedad miserable y de la dependencia extrema respecto a cuatro empresas caníbales de la esencia humana. Hartos de las guerras de banderas, queremos una España fraterna y construida desde abajo y con diálogo. Hartos y hartas de tanta precariedad, inseguridad y falta de esperanza para nuestras familias, queremos una España de redistribución y derechos laborales. En suma, hartos de la España del PP y Ciudadanos queremos construir una España distinta, mejor y en la que todas y todos podamos, sobre todo, vivir con dignidad.
Los autores de este texto representamos a dos formaciones políticas necesarias para el cambio político en España. Hace diez años muy pocos nos conocían, y puede decirse que en cierta medida somos un reflejo personal, pero sobre todo colectivo, de las transformaciones recientes de nuestro país. Estamos convencidos de que son millones las mujeres y hombres, de todas las edades y condiciones, que comparten con nosotros este proyecto político de esperanza. Por eso queremos anunciar, tras estas reflexiones, nuestra voluntad política de caminar juntos en la lucha política y electoral de los próximos años. Queremos expresar nuestra firme voluntad de hacer todo lo que esté en nuestra mano para que la España del futuro sea el resultado del pensar y actuar de la gente común y no de las fuerzas conservadoras y reaccionarias que hoy saquean nuestro presente.

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