José Manuel Mariscal Cifuentes.
Secretario
General del Partido Comunista de Andalucía
La
convocatoria del XII Congreso del PCA para el mes de junio es la expresión, y
la asunción, de una responsabilidad política en este momento histórico. Un
momento en el que existe la posibilidad de apertura de un nuevo ciclo de luchas
que pueden ser orientadas hacia la acumulación de fuerzas en un bloque de
ruptura democrática. Pero también un momento en el que el proceso de restauración
a la manera de una revolución pasiva, puede consolidarse. Sin embargo, las
contradicciones se agudizan, el malestar social crece cada vez más en torno a
cuestiones de la vida cotidiana, y ese malestar debe ser encauzado
políticamente.
El
XII Congreso tiene el carácter de un congreso extraordinario. Aunque su
denominación no sea ésta (al estar insertado en el proceso federal),
políticamente lo tiene. Esto se basa no sólo en el hecho de que hayamos
adelantado 9 meses su celebración (un 20% del mandato) sino, y sobre todo, en
el papel que el PCA juega en el PCE y en IULV-CA. Ambas organizaciones
celebrarán inmediatamente después sus respectivos congreso y asamblea y en
ambos el PCA debe adoptar un papel dirigente; de ahí la responsabilidad que
tenemos y que, como punto de partida, debemos asumir.
Quizá
haya pocas cosas más leninistas que la de ser capaces de adecuar nuestra
organización al momento histórico y a los objetivos estratégicos. La idea de
una revolución organizativa en el PCE, impulsada desde el PCA, ha calado en los
cuadros del partido porque parte del convencimiento de que el modelo de partido
surgido de la transición, de las sucesivas crisis (especialmente las
ochenteras) y de la construcción y desarrollo de IU, no es el adecuado para afrontar
los momentos presentes. Dicho en positivo: del análisis concreto de la
situación concreta surge la necesidad de una revolución organizativa.
Desde
la ponencia del XII Congreso ya se ha decidido hacer del documento organizativo
uno de los más importantes para su debate. La recuperación de los principios
clásicos leninistas que desde el XVIII venimos realizando (art. 20.-
centralismo democrático; art. 21.- Disciplina consciente; art. 18 Dirección
colectiva; art. 29.- Acción unitaria; art. 25 prevalencia del órgano superior)
desemboca en la recuperación de todas las competencias cedidas juridicamente a
IU en la I fase del XX Congreso. Asimismo, a pesar de la incidencia que los
acuerdos congresuales hacen en la necesidad de sectorializar la actividad del partido,
ésta no se ha producido. Tenemos la intuición de que se debe avanzar en la
sectorialización de la organización del partido, pero es necesario concretar
las motivaciones y, sobre todo, el modo adecuado de aplicarla.
Pero
antes de avanzar en el acotamiento de las cuestiones organizativas
fundamentales debemos generar un amplio consenso en torno a los objetivos
estratégicos. Es importante que en el debate congresual no hagamos
debates-estancos, pero es decisivo que la revolución organizativa este ligada
íntimamente a la clarificación de los objetivos estratégicos así cómo, en
función de éstos, a la capacidad de adecuar la táctica del conjunto de la
organización a cada momento.
Uno
de los debates estratégicos fundamentales es el de la confluencia. Subrayemos
que es una cuestión estratégica, y no táctica. Enfocar este debate tácticamente
nos llevaría, irremediablemente, a desarrollar nuestra actividad pensando en el
número de comunistas que habrán de estar en las listas de las sucesivas citas
electorales, mientras que al plantearla como una cuestión estratégica, asumimos
que unidad popular y ruptura democrática son caras de la misma moneda.
El
gran salto estratégico que introdujeron las “tesis de abril” tras la revolución
rusa de febrero de 1917 es que el partido no es entonces visto como una
vanguardia externa al movimiento obrero, sino como una parte del movimiento
obrero mismo que se hace vanguardia al confrontar en él sus orientaciones con
otras líneas políticas. Salvando las distancias históricas, el PCA debe asumir
la necesidad de generar, y participar en, espacios que permitan confrontar nuestras
orientaciones con otras líneas políticas. Esto conlleva dos movimientos para el
partido: hacia dentro, para el reforzamiento de un referente nítido, tan fuerte
en lo ideológico como en lo organizativo, que explique los hechos en las
fuerzas motoras profundas que operan en el capitalismo: el desarrollo de las
fuerzas productivas y la lucha de clases; hacia fuera para trabajar en la
ampliación por la base del bloque rupturista. Ambos movimientos deben
retroalimentarse y estar dirigidos, en esta fase de acumulación de fuerzas, a
trabajar el factor subjetivo del proceso de ruptura democrática: la
organización y la consciencia de las masas. Hacer que ambos movimientos se
alimenten de forma mutua tiene también como objetivo ligar la lucha de clases
con la lucha democrática: los comunistas no entendemos un bloque rupturista que
no incorpore en su seno al pueblo trabajador y sus intereses de clase. Es
decir, las reformas laborales, el código penal, las puertas giratorias, la ley
electoral, la corrupción borbónica, la privatización de las pensiones o la
mercantilización de los cuidados son, a modo de ejemplo, patas de la misma
mesa. La amenaza cierta de que la salida de la crisis se realice como
revolución pasiva radica en que el bloque dominante sea capaz de separar en
intereses diversos a las capas subalternas, incorporando parte de sus demandas
de forma fragmentada.
El
proceso congresual del PCA debe servir para impulsar la construcción de un
amplio espacio de participación desde la base que se vaya configurando como un
bloque de ruptura democrática desde Andalucía. En febrero de 2014, aprobábamos
en el XI Congreso un Manifiesto Programa cuya tesis 11 habla de la necesidad de
una “Nueva Convocatoria”, en referencia a la experiencia histórica de
Convocatoria por Andalucía. El Comité Central elegido en aquel congreso aprobó
en Armilla el informe titulado “por un frente popular para la revolución
democrática”. Son resoluciones plenamente vigentes que ha llegado la hora de
desarrollar en toda su plenitud. La Marea Andaluza debe ser un espacio que
desde abajo sea capaz de desbordar las estructuras de las organizaciones que la
impulsen, llamando, convocando a la participación de los sectores en lucha, de
la gente común de nuestros barrios y pueblos que sufren en su vida cotidiana la
explotación y el engaño. Este espacio se debe configurar en torno a un
programa, elaborado colectiva y participadamente en mesas territoriales o sectoriales,
y que a su vez sea fuente de conflicto y movilización. Un programa de reformas,
sí, pero de reformas, con contenido abiertamente rupturista, que afecten a los
puntos neurálgicos del capitalismo andaluz, español y europeo.
El
bloque rupturista en Andalucía debe tener carácter andaluz y autonomista. Por
una Andalucía libre, una España republicana, rezaba el lema del XI Congreso.
Para la consumación de un proceso de ruptura democrática en España, federal y
republicano, es necesario un proyecto nacional popular para Andalucía.
Precisamente por el carácter de las alianzas de clase que acompañan al
autonomismo andaluz, Andalucía debe ser una de las costuras por las que se
rompa el régimen del 78.
Asimismo
este proceso requiere aplicar en Andalucía, de forma audaz, las conclusiones de
la I fase del XX Congreso en torno a la construcción de un bloque antagonista
que supere a IULV-CA sin dar saltos en el vacío. Este proceso conllevará la
deconstrucción paulatina de la forma partido en IU y deberá desembocar en la
participación sin intermediarios del PCA en dicho bloque. La superación de la
herramienta estratégica que IU ha sido y sigue siendo sólo es posible desde la
construcción de una herramienta mejor.
Una
vez fijado el objetivo estratégico podemos avanzar en el acotamiento de las
cuestiones organizativas a debatir y dar orientaciones para su concreción.
Como
consecuencia de nuestra apuesta autonomista, rechazamos cualquier proceso que
confunda federalidad con recentralización orgánica. El PCA es una federación
del PCE, con un carácter histórico propio, que debe seguir manteniendo su
autonomía para la aplicación táctica en Andalucía de las guías estratégicas del
PCE.
Otro
de los debates organizativos, un clásico de la tradición comunista, se
establece entre partido de cuadros y partido de masas. El uso de estos términos
para acotar el debate debe ir precedido de una definición concreta de en qué
consiste uno y otro, teniendo en cuenta los cambios producidos en la sociedad,
especialmente en la comunicación. Lenin construyó un partido desde el exilio
teniendo que esperar a que llegaran las noticias de Rusia a los periódicos de
los quioscos de Zurich, entre otras notables diferencias. Por lo tanto conviene
fijar la idoneidad de cuestiones organizativas concretas, más allá de debates
semánticos: cómo se adquiere la militancia (premilitancia?); que tipos
distintos de adhesión a la política y la actividad del partido se pueden
establecer (simpatizantes, cotizantes, activistas, cuadros); qué política de
promoción y formación de cuadros desarrollamos; qué papel tiene la Juventud
Comunista; etc.
La
sectorialización del trabajo político del PCA debe ser un modo de transformar
afiliados en militantes. Sólo desde la clandestinidad cabría operar en las
clásicas células de empresa, dado el despido libre que en la práctica rige el
mercado laboral español. Además, la permanente entrada y salida permanente de
los puestos de trabajo, acentuada por el modelo productivo periférico andaluz,
dificulta la organización permanente de agrupaciones del partido en la gran
mayoría de centros de trabajo. Sin embargo, es factible organizar la militancia
por frentes de lucha o por sectores, tanto en el espacio de la producción como
en el de la reproducción de la fuerza de trabajo. El objetivo fundamental en
esta fase del trabajo sectorial debe ser elevar la conciencia de los sectores
en lucha, convertir la lucha económica en lucha política. Este es el cometido
de un partido en y para el conflicto.
Debemos
encontrar, sin embargo, la manera de mantener los espacios territoriales como
espacio de coordinación del trabajo sectorial. Los barrios, las ciudades, los
pueblos de Andalucía son espacios donde se organizan las demandas relacionadas
con la subsistencia material del pueblo trabajador. Las agrupaciones
territoriales deben organizarse de tal modo que haga que el partido sea parte
de los conflictos que en cada territorio se den. La agrupación territorial sería
el espacio de coordinación de las luchas y frentes de trabajo de los comunistas
de ese territorio. Así, el comité de agrupación tendría ahora un papel
fundamental de coordinación y fijación de prioridades, de dirección,
procediendo de forma análoga en cada escalón territorial de la estructura del
partido y superando el funcionamiento parlamentarista de los órganos de
dirección. Lo que venimos a proponer, de manera orientativa y germinal, es la
construcción de una organización que sea una red de nudos de militantes y
activistas que, a su vez, mantenga la verticalidad del centralismo democrático.
La
estructura andaluza de dirección del partido, a la luz de la experiencia y de
los objetivos aquí enunciados podría consistir en:
Comité
Central. Con una centena de integrantes se puede combinar la representatividad
de territorios y frentes de lucha con la efectividad de sus sesiones de
trabajo. Reuniones trimestrales para la evaluación, la posible adecuación
táctica y la fijación de lineas de trabajo.
Comisión
Permanente. Integrado por los máximos dirigentes de cada territorio y frentes
de trabajo. Órgano ejecutivo, de deliberación sobre los problemas políticos de
coyuntura y de seguimiento de los acuerdos del Comité Central. Reuniones
mensuales.
Secretariado.
Responsables de grandes áreas. Reuniones semanales. Sus miembros deben estar
liberados para las tareas del partido.
Para
emprender este camino es absolutamente necesario contar con unos mínimos
recursos a todos los niveles. Recuperar competencias sin tener capacidad de
ejecutarlas puede convertir acuerdos congresuales en brindis al sol. Por ello
se hace necesario no sólo reequilibrar los recursos cedidos a IU, especialmente
a nivel provincial, sino ir más allá y organizar al partido de tal forma que la
autonomía financiera sea posible, desde el impulso de dinámicas de
autofinanciación de la actividad política.
Finalmente,
en esta fase de acumulación de fuerzas cobra una especial importancia la
batalla de las ideas, el combate ideológico. El departamento ideológico del PCA
ha mostrado un camino que debemos terminar de recorrer con recursos
suficientes. La agrupación bajo un mismo área de las tareas comunicativas y de
formación y debate ideológico ha sido un acierto y proponemos que en esta nueva
fase se priorice el funcionamiento con recursos de este departamento.
Para
desarrollar este trabajo será necesario que organicemos la presencia de los y
las camaradas en las distintas estructuras: federal, andaluza y provincial,
tanto del partido como de IU. Debemos compartir colectivamente el debate sobre
la promoción más idónea de nuestros cuadros en función de los objetivos
políticos y organizativos aquí propuestos. Un debate, el nominal, que debe
acompañar al clarificador debate político, pero nunca anteponerse a él. Cuando
los y las camaradas decimos que estamos para lo que nos diga el partido, no se
trata de un ejercicio retórico sino de un aspecto esencial de nuestra manera de
ser histórica.
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