No se han apagado las esperanzas de
regeneración de la vida pública española que suscitó la II República.
El
18 de julio de 1936 España despertaba sobresaltada. Empezaba una sangrienta
guerra civil que, rápidamente, iba a convertirse en guerra nacional
revolucionaria de trascendencia internacional. Fuerzas del Ejército, en Marruecos
y en la Península, apoyadas por la reacción terrateniente-burguesa y en
estrecha connivencia con la Italia de Mussolini y la Alemania hitleriana, se
sublevaron contra la República.
La
Guerra Civil para Franco y sus acólitos no acabó el 1 de abril de 1939, sino
que se prolongó hasta los últimos días de vida del dictador, ya que el
franquismo en su cruel y larga historia nunca dejó de recordar quiénes fueron
los vencedores y vencidos. Y no sólo se encargó de recordarlo año tras año,
sino que hay que destacar la planificación y ejecución de un sistema de
represión (característico de un sistema totalitario), como uno de los pocos
elementos que perduraron y se mantuvieron constantes desde el principio hasta
el fin de su existencia, y que trágicamente ha caracterizado al franquismo.
Hace
treinta y ochos años que la Constitución y la llamada Transición española
dieron por “oficialmente” liquidado aquel período, desde una cierta continuidad
legal que impidió declarar ilícitos los tribunales e instituciones surgidas del
golpe de Estado del 36, pero a pesar de eso, sus ecos todavía no se han
extinguido. No se han apagado las esperanzas de regeneración de la vida pública
española que suscitó la II República. No han muerto los deseos de justicia
social que llevaron a centenares de miles de mujeres y de hombres a luchar en
el frente por los ideales republicanos.
No
se ha querido, ni sabido consolar el llanto de las víctimas de la represión.
Más aún frente al legítimo deseo de reivindicar la memoria y enterrar a los suyos
de manera digna de muchos de sus familiares primero opusimos el silencio y el
desprecio; luego la desidia; finalmente, este puede ser el único país
democrático del mundo que condene a unos jueces que pretenden investigar los
crímenes de la dictadura mientras los verdugos siguen impunes.
Después
de ochenta años hoy es más necesario que nunca acudir a la memoria democrática
para extraer de ella algunas lecciones vitales en un presente convulso como el
nuestro en el que los poderosos vuelven a acudir al “estado de necesidad” para
negar al pueblo sus más elementales derechos y conquistas.
Es
difícil imaginar que los tanques del ejército español vuelvan a invadir las
calles para combatir a sus conciudadanos. Sin embargo esto está pasando en
otros pueblos del mundo y la excusa es la misma que en 1936: “la anarquía”, “el
desgobierno”, “la incapacidad” de los gobernantes legítimamente elegidos, una
excusa que, como en 1936, tiene un terrible precio en vidas humanas y supone un
terrible retroceso para la humanidad.
En
España, hoy como en 1936, los poderes económicos claman por el empeoramiento de
las condiciones de vida de los ciudadanos para conservar sus privilegios. No
necesitan iniciar ninguna guerra civil. En nombre del “rigor”, de lo
“inevitable” y con la poderosa ayuda de un ejército al que ellos llaman “el
mercado”, compuesto de especuladores sin escrúpulos y políticos complacientes
con sus dictados, pretenden dar un golpe de estado incruento pero fatal a los
derechos reconocidos en esa Constitución que tanto alaban.
La
Historia nunca se repite, pero sí nos deja algunas enseñanzas y de todas ellas
quizás la del 18 de Julio de 1936 sea una de las más importantes: el pueblo que
se resigna y no lucha por sus legítimos derechos es víctima del horror y del olvido.
El que lucha por ellos, a pesar de las derrotas, consigue mantener viva la
llama de la igualdad y de la justicia. Franco ganó una guerra en 1939 pero no
venció a españoles. “El mercado” nos combate en todos los frentes, pero no
vencerá tampoco a los españoles y los europeos, si sabemos combatirlo.
Cuando
se cumplen 80 años del levantamiento militar que inicio Franco en Melilla,
desde el PCE reclamamos, una vez más, que se termine la injusticia histórica de
mantener a miles de demócratas enterrados sin identificar en fosas comunes
mientras el Dictador, que inició una guerra que costó más de un millón de
muertos, esté enterrado con todos los honores en un gran mausoleo y las
victimas siguen enterradas en las cunetas de este país.
Por
último, desde el PCE se pide justicia y reparación mediante la retirada de la
Tumba de Franco del Valle de los Caídos y la ampliación de ley de Memoria
Histórica para el justo resarcimiento de las víctimas y sus familiares.
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