Presentado
en Asamblea Política y Social de IU del 16 de julio.
El
26 de junio de 2016 se cerró el intenso ciclo electoral que comenzó en mayo de
2014 con las elecciones europeas. Este ciclo ha estado marcado tanto por la
irrupción institucional de nuevas formaciones como por una extraordinaria
volatilidad política. Ambos fenómenos han modificado sustancialmente el reparto
dentro del sistema de partidos español, lo que nos ha hecho pasar de un sistema
caracterizado por la alternancia bipartidista a otro sistema multipartidista y
mucho más plural. No obstante, aún estamos lejos de saber qué grado de
estabilidad tiene esta nueva configuración político-parlamentaria.
En
todo caso, la actual composición del parlamento es expresión, si bien
distorsionada por la ley electoral, de la actual estructura subjetiva de
nuestro país. Un país plural, diverso, heterogéneo y que, sobre todo, ha
cambiado mucho en los últimos cuatro años. Y sin duda estos cambios en el
comportamiento electoral no se hubieran producido sin el contexto de crisis de
régimen que aún domina el paisaje político y económico español. La crisis
económica y política y las movilizaciones que se han extendido en los últimos
años son causas evidentes del cambio en la forma de entender la política por
parte de los ciudadanos.
Quizás
por eso, actualmente el panorama político se presenta mucho más abierto que en
años anteriores. En el parlamento no existe una mayoría absoluta y se ha puesto
fin a la práctica del rodillo parlamentario con la que el Partido Popular ha
tratado de reconfigurar nuestra sociedad, en solitario y a golpe de decreto,
desde 2011 hasta la actualidad. Como consecuencia de su gestión, en este tiempo
tanto PP como PSOE han perdido apoyo y protagonismo de forma notable. Hasta el
punto de que en relación al momento más alto alcanzado por el bipartidismo, en
las elecciones generales de 2008, ambos partidos han perdido conjuntamente
cuarenta puntos. Esta es probablemente la mejor expresión de cómo se ha
debilitado uno de los pilares básicos del régimen y el sujeto orgánico que ha
sido sostén necesario de las políticas neoliberales. Eso sí, el ritmo del
desgaste del bipartidismo se ha reducido recientemente y parece mantenerse
estable en unos porcentajes entre el 50% y el 60%.
Estadísticas
bipartidismo
Con
independencia de que el ciclo electoral haya podido cerrarse, lo que desde
luego no ha terminado ha sido el ciclo político. Las razones que han explicado
las convulsiones políticas de los últimos años no sólo no han desaparecido sino
que se han multiplicado. La situación económica ha empeorado para millones de
personas como indica la precariedad, la pérdida de calidad de los servicios
públicos o el encarecimiento de la vida. En suma, la política neoliberal de
ajuste fiscal que ha puesto en marcha el PP ha deteriorado los estándares de
vida de gran parte de la población.
Probablemente
por estas razones el PP ha perdido casi tres millones de votos y casi cincuenta
escaños en este ciclo electoral. Y el PSOE, que fue el responsable de iniciar
la política de austeridad en el año 2010, no ha rentabilizado esa pérdida sino
que más bien ha seguido acusando el desgaste al perder otro millón y medio de
votos y veinticinco escaños más.
No
obstante, esta constatada y estudiada tendencia no ha sido suficiente para que
en junio de 2016 se abriera en nuestro país una nueva fase de izquierdas. A
pesar de que las expectativas generadas eran muy altas, y que todos –incluidos
los partidos del bipartidismo- contábamos con una presencia más fuerte del polo
de izquierdas en el parlamento, finalmente el bipartidismo ha resistido mucho
mejor de lo que se esperaba.
La confluencia a examen
Tras
un intento fallido en diciembre, ya largamente debatido, nuestra organización
consiguió llevar a buen puerto las negociaciones sobre la confluencia electoral
de cara a la convocatoria del 26 de junio. La conformación de una coalición
electoral fue un claro revulsivo en el panorama político y modificó sobremanera
las expectativas creadas al respecto de la repetición de las elecciones. No en
vano, la coalición entre Izquierda Unida y Podemos fue la diferencia
cualitativa que ha hecho de las elecciones de junio una convocatoria
radicalmente distinta.
El
resultado, sin embargo, ha distado mucho de parecerse a las sugerentes
estimaciones demoscópicas. Finalmente el PP ha mantenido la primera posición,
recuperando setecientos mil votos respecto a diciembre, mientras que el PSOE ha
resistido mejor de lo que se esperaba, si bien se ha dejado doscientos mil
votos por el camino. Y nuestra coalición no sólo no ha satisfecho las
expectativas sino que hemos obtenido un millón de votos menos que la suma de
los resultados de nuestras organizaciones en diciembre. No obstante, mientras
el PSOE ha perdido cinco escaños, la coalición hemos mantenido la cifra de
setenta y un escaños.
En
virtud de estos resultados podemos decir que no son ni los resultados que
esperábamos ni los que necesitaban las clases populares, en tanto dificultan
mucho frenar desde el parlamento la política neoliberal. Y esto es así porque
aunque la crisis de gobernabilidad está aún presente, y muestra de ello es la
dificultad para investir a un presidente, el bipartidismo continúa con mayoría
absoluta en la cámara y la presencia del liberalismo de Ciudadanos apuntala el
proceso de reformas estructurales de la agenda neoliberal. Eso sí, el PSOE está
sometido a importantes presiones que emergen de su contradicción más alta, la
de tener que elegir entre ser sostén de las políticas neoliberales o el
combatirlas. Una contradicción que irá más allá de la investidura y alcanzará
toda la actividad parlamentaria.
En
todo caso, y debido a la carencia de datos aún es pronto para hacer análisis
profundos y serios, que se alejen de las meras especulaciones, y que sirvan
para arrojar luz sobre lo que ha sucedido en estas elecciones. Sin embargo,
tenemos indicios suficientes para sugerir, al menos, las siguientes
afirmaciones:
-La
confluencia electoral ha sido una estrategia racional que ha permitido
optimizar cada voto y ha evitado la sangría de escaños que, en otras
circunstancias, hubiera supuesto perder un millón de votos.
-Se
han perdido un millón de votos respecto a la suma de IU y Podemos el 20-D, y
todo parece indicar que la inmensa mayoría de esas pérdidas se ha dirigido a la
abstención.
-
No está claro si esa pérdida de votantes se ha producido antes o después de la
firma de la coalición, es decir, si es achacable a la confluencia o no. La
secretaría electoral de
Podemos
ha mantenido que fue su gestión de los resultados del 20-D lo que desanimó a
casi un millón de sus votantes, proceso previo a la confluencia electoral.
-Los
datos preliminares apuntan a que el perfil de los votantes perdidos es el de
menor politización y mayor moderación ideológica.
-Los
análisis de la secretaría electoral de IU apuntan a que no es cierto que las
provincias en las que IU tiene más fuerza hayan sido las responsables en la
caída de voto. La pérdida de voto se ha dado de forma relativamente homogénea
en todas las provincias, independientemente de la fuerza previa de IU y del
tipo de candidatura.
-
La fortaleza del voto del PP podría explicarse por la combinación de una
política del miedo y la eficacia del mensaje sobre la recuperación económica,
algo que parece haber calado mucho.
En
todo caso, no podemos dejar de apuntar que también se han producido errores en
la cristalización de la confluencia electoral. Algunos de estos errores podrían
explicar, al menos, parte de los resultados, si bien es también precipitado
hablar de ello sin suficiente sostén científico. De cualquier forma, cabe
mencionar que los tiempos y ritmos de conformación de la coalición han sido tan
apurados que en muchos casos el proceso ha sido caótico, ha estado desvinculado
del tejido social preexistente en cada provincia o ha agudizado las
contradicciones y tensiones propias que existen entre organizaciones distintas.
A veces, desgraciadamente, ha sucedido todo eso al mismo tiempo. Asimismo,
estas circunstancias han sido muy asimétricas en el territorio, algo que
expresan las primeras valoraciones de nuestras federaciones, dado que las
singularidades regionales de nuestros aliados han condicionado mucho el tipo de
desarrollo de la campaña en cada territorio. En algunos sitios la campaña ha
estado perfectamente coordinada y sincronizada, sin estridencias en los
distintos discursos, mientras que en otros lugares en la práctica han existido
campañas simultáneas e independientes que han mermado, y mucho, la eficiencia
de la coalición.
El espacio político
Cuando
uno establece el punto de referencia en los noventa y cinco escaños que nunca
tuvimos como coalición, más que en la ilusión demoscópica, puede concluir que
los resultados son malos. No es nuestra opción. Desde una referencia distinta,
histórica y política, los resultados no son malos sino que permiten un avance
considerable de nuestro espacio político. Y es que en España nunca ha existido
un espacio político alternativo con un peso parlamentario tan fuerte y con una
base electoral superior al veinte por ciento. Este es, de hecho, el espacio
político que más ha crecido en todo el ciclo electoral.
Y
es desde esta posición desde donde tenemos que ser capaces de desplegar nuestro
proyecto político aprobado en la XI Asamblea. En el caso concreto de nuestra
organización, hemos mejorado nuestra representación institucional hasta tener
ocho diputados/as y dos senadores/as. En diciembre obtuvimos un total de cinco
diputados/as y una senadora.
En
todo caso, los retos que vamos a enfrentar no son sólo institucionales. Es
obvio que el nuevo escenario abre la posibilidad de incorporar propuestas tales
como la derogación de la reforma laboral y la ley mordaza, entre otras, y estas
son oportunidades que no podremos dejar pasar. Sin embargo, en un contexto de
agudización de la ofensiva neoliberal es de esperar un crecimiento de las
movilizaciones y de los conflictos sociales. Ese es, de hecho, nuestro espacio
natural de trabajo.
Tal
y como identificamos en la XI Asamblea, una necesidad política de primer orden
es incorporar a nuestro proyecto político a importantes sectores sociales que
no participan políticamente (tampoco electoralmente) y que sin embargo sufren
duramente las consecuencias del capitalismo y su crisis. Para ello
diagnosticamos que la mejor forma de hacerlo era a través de la inserción en el
conflicto, espacio en el que emergen nuevas subjetividades y formas de entender
nuestro mundo. Un importante reto que encuentra una oportunidad en la
naturaleza violenta de la agresión neoliberal. Así, los cargos públicos electos
tienen como misión servir a esa estrategia política y no sólo limitarse al
trabajo institucional.
Al
fin y al cabo, la agresión neoliberal sigue atacando los cimientos de nuestro
Estado social, incrementando la frustración y la rabia de las clases populares
y empujándolas a la desesperación y/o la resignación. Mientras en otros países europeos
esas consecuencias son las causas del crecimiento de la extrema derecha y de
los populismos de derechas, en nuestro país hemos logrado que la alternativa
empiece a construirse desde principios y valores de izquierdas. No es en
absoluto una nimiedad en tiempos en los que avanza la xenofobia, el racismo y
el clasismo.
Por
todas estas razones, entre otras muchas, los resultados electorales del 26 de
junio nos sitúan en una buena posición para seguir desplegando nuestro proyecto
político. En primer lugar, porque es un espacio suficientemente fuerte como
para enfrentarnos a los responsables de la crisis y de los ajustes
neoliberales. Y en segundo lugar, porque nuestra apuesta estratégica es la
constitución de un nuevo movimiento social y político vinculado al conflicto
social, para lo cual la consolidación de un espacio unitario es un
prerrequisito.
Alberto
Garzón Espinosa
Coordinador
Federal de IU
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