Miguel
Muñoz/cuartopoder.es
Ha
iniciado su tercera legislatura como diputado en el Congreso. Tras el breve
paso por el Grupo Mixto después del 20D donde IU sólo obtuvo dos escaños, ahora
lo hace dentro del grupo parlamentario de Unidos Podemos y ya como coordinador
federal del partido. Quiere iniciar una nueva etapa tanto en la coalición de
izquierdas que se ha renovado después de su XI Asamblea. Y también mantener
vivo el espacio de confluencia junto a Podemos y otras fuerzas. Asegura que IU
seguirá teniendo visibilidad institucional ejerciendo él mismo como portavoz
adjunto del grupo y con sus 8 diputados trabajando de forma coordinada. Alberto
Garzón (Logroño, 1985), sigue apostando por intentar una vía alternativa a que
gobierne el PP aunque reconoce que esta opción depende del PSOE y sobre todo de
su correlación de fuerzas interna. Atiende a cuartopoder.es vía telefónica
desde Málaga.
— El jueves, Pablo Iglesias señaló
que ya es prácticamente imposible formar un Gobierno progresista y que el PSOE
se abstendrá en una segunda votación de investidura. ¿Comparte estos
pronósticos?
—
Es difícil predecir lo que va a suceder porque estamos en un entorno todavía de
enorme volatilidad política. Aunque no
tengamos elecciones el clima es volátil y las presiones son múltiples. Estamos
en un entorno muy interrelacionado. Por un lado tenemos a una UE deseando que
haya un Gobierno que aplique recortes. Por otro, unas grandes empresas y
oligarquía española que quieren una gran estabilidad para ellos, no para la
mayoría social. Pero luego los intereses de los partidos lo hacen todo mucho
más complejo porque saben que las fórmulas para satisfacer esas demandas tienen
un coste. Con este esquema creo que no hay una regla que establezca lo que va a
suceder. Sólo hay hipótesis. Lo que tenemos es un PSOE que tiene la mayor parte
de la responsabilidad porque tienen 85 diputados y tiene que decidir. Si decide
estar en la oposición lo que estará haciendo es bloquear tanto la posibilidad
de un Gobierno de derechas como uno de izquierdas. Ese bloque nos conduciría a
terceras elecciones. Creo que va a depender mucho de la correlación de fuerzas
internas del PSOE y los diferentes matrices de presiones que van a existir
allí. No conozco al PSOE lo suficiente como para saber qué va a suceder.
— Esta semana hemos visto que los
nacionalistas de la antigua CDC y el PNV han favorecido al PP en la elección de
la Mesa del Congreso. ¿Cómo valora el papel de estos partidos, también en una
hipotética investidura de Mariano Rajoy?
—
En primer lugar hay que destacar que el PP ha sido mucho más pragmático, y en
ese sentido inteligente que el PSOE, porque ha conseguido desbloquear una
situación ciertamente compleja para sus intereses, como era la Mesa del
Congreso, recurriendo a partidos nacionalistas que aparecían vetados para los
socialistas. Si el PSOE hubiera obrado con la misma filosofía que el PP, hoy
tendríamos Gobierno de Pedro Sánchez aprobando unas leyes distintas y apoyado
por la izquierda. Pero ellos decidieron vetar a unos grupos que el PP parece
que ha dejado de vetar. Ahora bien, ¿de ahí se deriva una vía automática para
un posible Gobierno? Yo creo que no es automática. Porque una cosa es la Mesa
del Congreso, que es algo que no tiene una gran visibilidad para la gente
corriente y otra cosa es un Gobierno que va a implicar recortes. No sé si los
nacionalistas están dispuestos a asumir el coste. Lo que sí me queda claro es
que C´s, PSOE, PNV y CDC asumen y quieren que gobierne el PP pero ninguno de
ellos quiere ser el responsable de llegar a esa situación. No quieren asumir
ese coste. Por eso tampoco intentan algo alternativo. Ellos dicen, sí, va a
gobernar el PP e incluso no les parece mal. Pero no quieren ser ellos los que
de cara a la población estén permitiéndolo. Es una hipocresía brutal de estos
cuatro partidos.
— Pero entonces, ¿deben seguir
intentando apelar al PSOE para que opte por esta vía? ¿Es posible? ¿Ha habido
algún tipo de contacto al respecto?
—
Es correcto que lo queremos intentar porque es coherente con lo que hemos
mantenido siempre. Pero al mismo tiempo no tenemos todavía ninguna capacidad
porque el PSOE sigue bloqueando la situación. Sólo en el momento en el que el
PSOE anunciara que quiere formar Gobierno se abrirían las posibilidades que
estamos planteando. Hasta ese momento lo que planteamos es un deseo y que nunca
vamos a entrar en un juego de permitir que el PP gobierne como se ha sugerido
por algunos dirigentes del PSOE y otras fuerzas con una abstención sindicada.
Esa fórmula sería intentar evitar el coste individualizado y repartirlo. No
vamos a entrar en ese juego y no hemos asumido que el PP tiene que gobernar.
Pero necesitamos que el PSOE y sus 85 diputados opinen igual que nosotros. De
momento esto no se ha producido.
— Se reunirá con Felipe VI el
martes. ¿Qué planteamiento le transmitirá?
—
Le diré cuál es nuestra posición, que es coherente con lo mantenido siempre. La
línea es que hay que explorar todas las posibilidades de un Gobierno
alternativo y nunca facilitar uno del PP. Pero también diremos que el PSOE
necesita resolver. Ellos están obligados a ello. Porque lo único que está
haciendo es intentar ganar tiempo para que su deseo, que es que gobierne el PP,
sea satisfecho por otras formaciones como PNV, CDC o C´s. Pero si las otras
están pensando exactamente lo mismo todos sabemos en teoría de juegos a dónde
nos lleva esto. Si el PSOE ni siquiera quiere intentar el otro camino será el
responsable de unas terceras elecciones. Puede que haya presiones suficientes
para que no las haya y ahí será cuando tengan que decidir. De momento da la sensación
de que es una partida de mus entre PSOE y C´s y que la variable tiempo es muy
relevante.
— Ya está confirmado que será uno
de los portavoces adjuntos del grupo de UP. ¿Cómo se organizarán los 8
diputados de IU dentro de un grupo tan extenso?
—
El grupo será un espacio de cooperación y colaboración que nosotros siempre
hemos querido construir. Además en otro tiempo ya habíamos formulado en
diferentes versiones como por ejemplo con La Izquierda Plural donde el grupo
estaba formado por diferentes organizaciones con plena autonomía pero que se
coordinan a efectos políticos y operativos: reparto del tiempo, de las
comisiones, en la visibilidad parlamentaria, etc. Pero desde luego con plena
autonomía política y para poder votar en caso de que haya conflicto en función
de los idearios de cada organización. Esto significa para la mayoría de la
gente que van a ver a IU prácticamente lo mismo que si nos hubiéramos
presentado por separado pero con un añadido muy bueno que es estar en un mismo
espacio unitario. Es un elemento cualitativo de enorme importancia. Vamos a
tener lo mejor de haber ido juntos y lo mejor de haber podido ir separados.
— En la evaluación que presentaron
en la asamblea político y social del pasado sábado reconocían errores en la
cristalización de la confluencia con Podemos. Esto supone cierta autocrítica.
¿Qué se ha hecho mal?
—
La idea fundamental es entender que todo son hipótesis por el momento. No
tenemos datos suficientes como para poder verificar lo que ha podido suceder
tanto bueno como malo. Lo que sí planteamos son algunos elementos que con la
información que disponemos pueden estar más o menos en camino de ser
corroborados. Son indicios. Por ejemplo el hecho de que cuando te ves obligado
a hacer una confluencia electoral en apenas unas semanas eso incluye unos
métodos más verticales y hechos desde arriba, desconectados del tejido social
de las provincias y sin tener tanto en cuenta las particularidades de cada una
de ellas. Eso es un elemento que podía haber influido en el estado de ánimo de
algunos lugares que se encontraban con campañas separadas en algunos casos
cuando su deseo era hacerla conjunta. O lugares donde veníamos 6 meses antes de
competir electoralmente y además con hostilidades y eso no se corrige tan
rápidamente como el calendario electoral.
Esto
se suma a otras hipótesis como que a Podemos le han atacado de una forma
descomunal por su valentía, por haberse enfrentado al poder económico y
político. A nuestro juicio, naturalmente sin estar exentos de errores pero lo
han hecho y han recibido ataques en forma de querellas, de falsas
informaciones, de propaganda pura y dura de ánimo goebbelsiano. Eso cuaja y hay
gente todavía en España que piensa que Podemos se ha financiado ilegalmente.
Eso ha afectado. Otra hipótesis a tener en cuenta es que la gestión de las
negociaciones post 20D ha perjudicado tanto a Podemos como al espacio de UP. No
sólo por los errores de cada formación sino porque la izquierda se ha frustrado
al no tener la oportunidad de conseguir un Gobierno alternativo. A mi juicio la
responsabilidad fue del PSOE pero esa gente de izquierdas que no hila tan fino
tiene una sensación de frustración porque su gente no se puso de acuerdo. Todo
esto habrá que corroborarlo después y confirmarlo cuando tengamos encuestas
suficientemente importantes como la del CIS postelectoral.
— Hay también un núcleo de votantes
que optaron por IU el 20D y que decidieron abstenerse el 16J quizás por que no
les convencía la alianza con Podemos. ¿Son recuperables? ¿Cómo les convence de
que la confluencia es positiva?
—
Creo que hay una diferencia entre un comportamiento electoral coyuntural
derivado de unas circunstancias que han podido no gustar a todo el mundo y el
de un carácter sociológico de izquierdas que no ha cambiado. Los que votaron el
20D a IU o Podemos no han pasado al bando de la derecha, siguen siendo
sociológicamente potenciales votantes. Eso significa que son perfectamente
recuperables si se trabajan bien las situaciones diagnosticando bien lo que ha
podido fallar. No sabemos por qué ese porcentaje ha dejado de votar. No sabemos
si se hizo antes de la coalición o después. Evidentemente la división que se ha
reflejado de Podemos en los medios de comunicación, espectacularizada y
sobredimensionada, ha influido. Porque nadie quiere votar a un partido que está
dividido. Y lo mismo podemos decir de IU, con unas voces ultracríticas con la
coalición que han estado sobrerrepresentadas en los medios y que han generado
un clima que ha podido perjudicar. De cara a un futuro hay que pensar cómo esa
gente que nos ha dejado de votar puede volver a participar del espacio
electoral. Nosotros planteamos lo electoral como un resultante, queremos
coordinar lo social, autoorganizarnos en la calle para que después eso tenga
expresión electoral. Dicho de otra forma, organizarnos con los movimientos
sociales, estar en el conflicto, en los desahucios, ámbitos laborales, etc. Y
ahí movilizar a la gente para que se genera una conciencia suficiente que
termine votando a la coalición en un próximo escenario electoral.
— Unidos Podemos ha venido para
quedarse es la frase que están repitiendo tanto Iglesias como usted. ¿Qué pasos
van a dar para reforzar o consolidar este espacio más allá de lo que suceda en
la investidura?
—
La realidad va a marcar el contexto y eso hay que tenerlo presente. De momento
lo que tenemos es un espacio electoral sólido, de 71 diputados, con cooperación
entre fuerzas, unitario. Ahora con el trabajo parlamentario se irá generando
una cultura que irá madurando. Eso ayudará. Pero lo que toca son los debates
estratégicos sobre qué va a suceder con la izquierda en nuestro país.
Independientemente de cómo cada uno quiera etiquetar a este espacio político,
no voy a entrar otra vez en el debate semántico. La cuestión es para qué está
este espacio. Por eso Pablo (Iglesias), recurre muy acertadamente a Gramsci
para hablar de un bloque histórico, político y social. Conformado con la gente
y clases sociales que sufren la crisis y se organizan políticamente. Eso quiere
decir que tanto la calle como las instituciones importan. Eso es el futuro y
estoy de acuerdo con esa lectura de ir más allá de las instituciones. Hay otra
interpretación que habla en términos discursivos, es una lectura postmoderna de
Gramsci que dice que la clave está en el discurso. Pienso que eso no es así
porque el propio Gramsci, si por algo destacó, fue por ser un heterodoxo. Él no
aplicó un modelo establecido en Italia sino que estudió el elemento
circunstancial propio de Italia, su división y clases populares para obrar una
estrategia.
Esa
creo que es la manera de obrar, no de arriba hacia abajo. Por eso lo que hay
que estudiar bien es el momento político y económico de España, ver cómo se componen
las clases sociales, cuáles son los motivos por los que no participan lo
suficiente en un proyecto político de izquierdas. El camino no es del discurso
a lo material sino un estudio de lo material para ver cómo usar el discurso
para canalizar. Son debates que van a estar ahí los próximos meses y años
porque son estratégicos, no tienen que ver con Podemos o IU sino con
movimientos sísmicos que hay en la sociedad y que tenemos que saber interpretar
y canalizar hacia un proyecto político que al menos para mí es el socialismo.
— ¿El rumbo del debate dependerá
mucho de hacia dónde se dirija Podemos y de cómo se posicionen esas dos almas a
las que usted mismo ha hecho referencia en alguna ocasión?
—
Los debates estratégicos son necesarios. Y además tienen que enfrentar
posiciones. Pero eso no debe llevar a la idea de que una parte sea
prescindible. Yo no creo que la parte de Íñigo Errejón sea prescindible. Al
contrario, es imprescindible. La gente que piensa como él, ese espacio político
que está dentro de Podemos, es necesaria para un bloque histórico como del que
estamos hablando. Por tanto no podemos confundir la discusión legítima con que
uno necesita tener aliados. Por eso es importantísimo que en Podemos no se
dividan, no rompan y que sepan trabajar conjuntamente igual que nosotros
hacemos esfuerzos en nuestra organización. Pero el debate se dará en Podemos,
en IU y en otros espacios. Haremos todos los esfuerzos para explicar que, a
nuestro juicio, la vía estratégica es la de inserción en el conflicto y estar
en los espacios en los que la gente hace su vida cotidiana. Y a partir de ahí a
través de buenas estrategias discursivas y organizativas ser capaces de
autoorganizarnos como clases populares. Eso implica que, resumiendo, no estamos
queriendo construir un maquinaria electoral sino que creemos que lo que
necesita nuestro país es un espacio político en la calle que tenga diferentes
expresiones.
— El sábado pasado IU celebró su
primera asamblea político y social. Usted ha introducido una novedad que es
eliminar las cuotas o cupos por familias en la Ejecutiva. Puede haber gente que
piense que se cercene la pluralidad. ¿Cómo se explica este asunto?
—
Tenemos un diagnóstico que ganó la XI Asamblea que plantea que nuestra
organización se había institucionalizado, tanto en lo institucional como en lo
interno, ya que IU hablaba más de sí misma que de los problemas de la
ciudadanía. Al final acabamos jugando a juegos de poder internos y externos.
Eso había oxidado la capacidad y el potencial de IU. La solución que planteamos
ya en la Asamblea es pasar a una cultura política del trabajo. Eso quiere decir
que la Asamblea ha aprobado la estrategia, que es la de nuestro documento que
ganó de forma abrumadora. Y una vez aprobada hay que ver quiénes son las
personas que la ejecutan. Es una cuestión de trabajo cotidiano por lo que los
órganos no pueden estar divididos en facciones, al menos los ejecutivos como es
la Colegiada. No se va a debatir la estrategia porque ya ha sido debatida y el
resto de listas tienen que entender que la nuestra ha sido la ganadora y la que
marca la línea política. La crítica es legítima pero eso es incontestable. A
partir de ahí el resto de órganos, donde se debate de todas las cosas, son
representativos y ahí sí hay porcentajes. Pero un órgano que tiene que ejecutar
no puede ser de porcentajes. Tiene que ser de trabajo. Cuando las otras listas
nos decían que tenían un 20% les digo que pueden tener eso en los demás órganos
pero no en el ejecutivo. Hay un elemento evidente y es que ellos no comparten
nuestra estrategia y por tanto no son personas que no tengan mucho interés en
ponerla práctica cuando además lucharon contra ella de forma hostil. Eso
también condiciona.
Queremos
una dirección plural y abierta pero que ponga en marcha unos documentos
aprobados a sabiendas de que históricamente en IU se han aprobado cosas que
luego no se han puesto en marcha. Las direcciones nunca ejecutaban la política
aprobada. Lo que decía Felipe Alcaraz de que las asambleas las ganaban los
románticos pero las dirigían burócratas que estaban dispuestos a aguantar sobre
el papel cualquier cosa pero no a ponerlo en marcha. Eso tiene que cambiar.
— Ha llamado la atención la salida
de Cayo Lara con su inscripción en el paro. Más allá de ese gesto político
significativo, ¿no había hueco para él dentro de la organización? ¿Lo ha
decidido él así?
—
En la línea con lo que decíamos anteriormente, IU no puede ser una empresa o
una agencia de colocación. Es un espacio político vivo, orgánico para
desarrollar un trabajo político que es temporal. Nosotros no estamos para darle
salidas individuales a nuestros militantes sino para aportar desde lo
individual a lo colectivo y transformar la sociedad. Pero es verdad que Cayo en
ningún momento ha pedido una salida individual. Porque él es un hombre
extraordinariamente honrado y lo que ha hecho con este gesto ha sido demostrar
la enorme diferencia que hay entre organizaciones como la nuestra que tiene
como objetivo ser un instrumento para la transformación social y otras como el
PSOE o PP que en la práctica funcionan como empresas de colocación o
trampolines para vivir después en empresas privadas muy bien remuneradas. El
gesto de Cayo es sobre todo político, externo y no interno.
— Desde el PP venden que hay
recuperación económica. Visiblemente hay menos movilización social en la calle.
Puede dar la sensación de que lo peor de la crisis ha pasado ya. ¿Qué queda por
venir?
—
En realidad, primero hay que ir a las definiciones de qué es una crisis
económica y cómo se sale de ella. Y sobre todo cuál es el sujeto que estamos
interpelando porque las grandes empresas creo que nunca han entrado en una
crisis económica tal como la entendemos de dramatismo social. En cambio, la
mayoría social, como por ejemplo las 2.000 personas que piden cada día un
bocadillo en Málaga, sigue en crisis. No ha cambiado la situación. No creo que
haya recuperación económica. Lo que hay es una recuperación de indicadores
macroeconómicos que se pueden explicar en función de determinadas coyunturas
como el papel de la mafia del BCE y otras instituciones. Esto explica que el
PIB crece pero no tiene repercusión en las condiciones de vida de la mayoría
social. El modelo social ha cambiado como consecuencia de las políticas
aplicadas por el Gobierno y no es suficiente con crecer para que la gente tenga
condiciones vitales mejores. Al contrario, puede crecer la economía en términos
macroeconómicos pero puedes tener una precariedad mayor y encontrarte con una
serie de dramas en aumento. Pero ese diagnóstico objetivo que nos dice que la
gente está peor que en 2010 no va acompañado de una mayor frustración de la
ciudadanía o conciencia. Porque aquí median elementos ideológicos como si te
crees ese discurso de la recuperación. Eso explica en gran medida la razón de
por qué parece que ahora mismo no hay una gran movilización de izquierdas. Hay
más variables como que la movilización cansa, agota y requiere cuadros u
organizaciones que lo muevan. También han sido descapitalizados los movimientos
sociales porque hemos vivido dos años de atracción hacia las instituciones. Los
partidos nuevos han canalizado esa frustración y daba la sensación de que
votando se podía resolver lo que antes uno pensaba que se hacía en la calle.
Todo
esto ha ido mutando pero creo que vamos ahora a un escenario parecido a 2012.
Continuarán los recortes, previsiblemente, empeorando las circunstancias y la
gente creo que empezará a movilizarse de nuevo en las calles. Se iniciará un
ciclo distinto que creo pertenece al mismo porque las causas que lo explican
son las mismas pero en una fase más agitada. Es lo que creo pero no es seguro
porque puede que nuestra debilidad ideológica en el combate contra el PP haga
que la gente se conforme. Pongo un ejemplo. Hay gente cuya conciencia política
nació en la crisis, gente que ahora tiene 18 años y tenía 10 cuando empezó la
crisis. Esa gente no sabemos cómo va a reaccionar. ¿Va a favorecer la
movilización de izquierdas o se va a conformar con la única realidad que
conoce? Ahí está el combate político por la hegemonía ideológica y cultural.
— En este sentido algunos
economistas como Alejandro Inurrieta están alertando sobre el tema de la hucha
de las pensiones y la gestión que ha hecho el PP. ¿Hay riesgo de que no se
puedan pagar en un futuro? ¿Qué importancia tiene este asunto?
—
Creo que será una de las grandes batallas de esta nueva fase. Primero, es
expresión de un estado social con intereses dedicados a que acabe. Las grandes
empresas y las oligarquías están construyendo un orden social donde todo esto
es un obstáculo y tiene que acabar. Por tanto tienen interés, que siempre lo ha
habido desde los años 90, en privatizar el sistema de pensiones. Pero como es
algo con mucho arraigo social tienen que hacerlo poco a poco. En este contexto
se está generando un clima en el que el PP, cada cierto tiempo, quita dinero de
lo que se llama hucha de las pensiones. Se crea un clima que justificaría en
tiempo venidero una reforma del sistema. Es el mismo truco que siempre se hace.
¿Significa eso que estamos hablando de una alarma propagandística? No sólo.
Porque es verdad que las pensiones están peligro debido a que su fundamento en
cómo se financian está deteriorado en un país con elevado desempleo y
condiciones laborales deprimentes. La gente no está cotizando lo suficiente
como para financiar las pensiones en un futuro. Por tanto hay un problema real
económico pero quien ha avanzado antes es el PP que está preparando un clima
que le va a permitir, si cuenta con el apoyo del resto de partidos, iniciar una
reforma más en camino hacia la pérdida de poder adquisitivo de los
pensionistas.