Queridos
compañeros, queridas compañeras.
Os
escribo con la intención de transmitiros mis mejores deseos para este año que
ahora entra. Al mismo tiempo, aprovechando la ocasión me gustaría compartir
algunas reflexiones que espero sean oportunas y útiles para el año 2017.
Durante
este año 2016 ha tenido lugar la sexta convocatoria electoral en apenas dos
años, un reflejo más de la enorme volatilidad e inestabilidad política por la
que atraviesa nuestro país. Afortunadamente, en este tiempo hemos conseguido
dos objetivos estratégicos. Por una parte, hemos asegurado la supervivencia de
la izquierda organizada en nuestro país en un momento de implosión del sistema
de partidos. Esta no era tarea fácil, y en juego estaba la desaparición de la
única organización de izquierdas con tradición marxista en nuestro país.
Gracias al esfuerzo de nuestra lúcida militancia hemos logrado evitar ese
escenario. Por otra parte, hemos logrado también iniciar un proceso de unidad
electoral que hasta el momento nos ha permitido participar en gobiernos
municipales y en un espacio electoral estatal que representa en torno a uno de
cada cuatro votantes. Esto es tanto una anomalía histórica en nuestro país,
pues nunca un espacio a la izquierda del PSOE había cosechado tanta simpatía,
como una anomalía europea, pues somos de los pocos países en los que la crisis
no está evolucionando pareja a un crecimiento de la extrema derecha.
Sin
embargo, creo no es un momento de autocomplacencia, sino de enfrentarnos a los
importantes retos que enfrentamos como organización, como clase y como país.
En
primer lugar, la dinámica capitalista y su crisis sigue haciendo estragos en
nuestra sociedad. En los últimos años han aumentado las privaciones de bienes y
servicios esenciales para la vida para las clases populares. El desempleo y la
precariedad se extienden, lo que está condenando a cada vez más sectores
sociales a tener que vivir al límite. No abundaremos en cifras y datos porque
los conocemos y porque somos nuestras familias, nuestros barrios y nuestra
clase social los que sufrimos estas penalidades. Y esta situación, lejos de
resolverse, se está agravando como consecuencia de la hoja de ruta de los
recortes y la austeridad neoliberal impuesta por la oligarquía económica
europea y española.
En
segundo lugar, esta hoja de ruta ha podido continuar en nuestro país porque no
logramos uno de los objetivos concretos que nos habíamos marcado: gobernar
España. Ni lo conseguimos en diciembre de 2015 ni tampoco en junio de 2016.
Precisamente durante este año hemos visto cómo la oligarquía española se veía
obligada a intervenir cuasi-militarmente el Partido Socialista para evitar un
gobierno alternativo al de Rajoy en el que tuviéramos influencia política.
Aquella operación comandada por Felipe González y Susana Díaz era previsible,
pero aislada no basta para explicar el gobierno de Rajoy. Debemos subrayar la
incapacidad propia de atraer electorado suficiente. Quizás por cansancio,
seguro por nuestros errores, mucha gente que confió en nosotros en diciembre se
quedó en casa en junio. Mucha gente que sufre la crisis y es víctima de la
dinámica del capitalismo no ha votado en las últimas elecciones o lo ha hecho
por partidos del régimen. Este es nuestro gran reto no resuelto.
En
tercer lugar, nuestra organización ha estado tradicionalmente condenada a la invisibilidad
mediática. Quizás esto cambiaría si nos comportáramos de forma sumisa al
régimen y los poderes económicos. Si dejáramos de pedir la nacionalización de
las grandes empresas energéticas y financieras, si dejáramos de pedir la salida
de la OTAN, si dejáramos de exigir un Estado laico, si dejáramos de reivindicar
la memoria histórica, si dejáramos de señalar la corrupción del sistema, si
dejáramos de señalar que el patriarcado mata, si dejáramos de considerar simple
«ciudadano» a quien usurpa la soberanía popular… Si hiciéramos alguna o todas
de esas cosas probablemente tendríamos más minutos en televisión, reportajes
especiales sobre la izquierda amable y de orden y tendríamos a editoriales de
los grandes medios explicando lo bueno que somos. Pero si hiciéramos eso, si
dejáramos de ser lo que somos, también dejaríamos de ser decentes, dignos y,
sobre todo, útiles para la causa del socialismo.
Estamos
orgullosos de defender nuestras ideas y trabajamos para extenderlas, porque
entendemos que es la única forma eficaz de luchar contra la crisis y contra el
capitalismo. Porque es la única forma de lograr una vida digna. Y tenemos una
organización que ha de afrontar nuevos e importantes retos, pero que está mejor
de lo que ha estado en décadas. Tenemos la representación parlamentaria en
Congreso y Senado más alta desde 1996, y participamos en un espacio político
que representa el 25% del electorado en estos momentos. Y, sin embargo, eso
sólo es una pequeña parte de lo que somos, pues lo más importante es nuestra
militancia, y nuestra capacidad de transformar conciencias y realidades desde
abajo, desde los barrios y desde los centros de trabajo. Por eso hemos iniciado
campañas estratégicas como la campaña «¡Que no nos jodan la vida!», instrumento
necesario para llegar a toda la gente que nos falta y que, como el resto,
espera también construir soluciones a sus problemas concretos.
Este
año también se nos han ido muchos y muchas compañeras, muchos y muchas
militantes imprescindibles. Hace apenas unos días se nos ha ido Marcos Ana,
pero su experiencia y su visión de vida queda en nuestros corazones y en
nuestro proyecto. A él le gustaba decir que los comunistas tenían que ser
buenas personas porque así la gente del barrio entendería perfectamente qué
significa ser comunista. Sin necesidad de proclamas ni banderas. Con el
ejemplo. Allí donde había una injusticia, allí habría un comunista
combatiéndola. Creo que ese ejemplo de Marcos demuestra que nuestro proyecto es
un proyecto ético-político, y que por lo tanto no podemos prescindir de valores
y principios en nuestras vidas públicas y privadas, al mismo tiempo que también
refleja que nuestro ámbito de actuación principal es la calle, los barrios, la
vida misma.
Yo
estoy seguro de que este año nos marcaremos aún más ambiciosos retos, y estoy
convencido también de que juntos y juntas los alcanzaremos. Y estoy convencido
de que más temprano que tarde construiremos una sociedad sin clases, una
sociedad sin patriarcado, una sociedad que respete a sus animales y a su planeta,
una sociedad en la que el reino de la necesidad haya dado paso al reino de la
libertad. Tenemos el proyecto, los instrumentos, la gente. Cabe desearnos lo
que necesitamos: buen trabajo y acierto.
Feliz 2017
¡Salud y República!
Alberto
Garzón Espinosa