Mundo
Obrero
El voto de la clase trabajadora y
sectores asalariados y las candidaturas unitarias se constituyen como la
principal palanca para la derrota del PP.
El
resultado de las elecciones municipales del pasado 24 de mayo ha traído como
consecuencia la superación del sistema de partidos y el fin del bipartidismo
tal y como se ha conocido en estas últimas décadas.
Sin
embargo dicha valoración hay que matizarla. En primer lugar se aprecia una
doble dinámica de voto muy diferenciada entre la España urbana, en especial de
la grandes ciudades, ya plenamente insertadas en el marco político y social de
la España pos-crisis; país que convive por otro lado, con una España de los
pequeños municipios y ciudades mediadas que todavía responde en gran medida al
esquema político anterior, municipios donde el PP y el PSOE cuentan con una
mayor implantación. Si en las primeras los cambios políticos electorales han
sido espectaculares, en las segundas la realidad política tradicional ha
aguantado mejor.
A
nivel de partidos, el PP es el gran perdedor de las elecciones, al perder gran
parte del poder, en especial, en sus hasta ahora feudos gallego, valenciano y
madrileño y grandes núcleos urbanos del resto del país.
Por
otro lado, y a pesar de la pérdida de más de 600 mil votos, la realidad
bipartidista aguanta en cierta forma por un PSOE reforzado por la posibilidad
de recuperar poder institucional en importantes CC.AA. y ayuntamientos,
realidad que contrasta con su significativa caída en votos en las grandes
ciudades donde ha confrontado con candidaturas unitarias de la izquierda.
IU
responde en parte a la doble dinámica antes señalada. En las pequeñas y
medianas ciudades se ha presentado en líneas generales como tal y ha aguantado
mejor la dinámica electoral, obteniendo un resultado similar al de las pasadas
elecciones de 2011, e incluso incrementado el número de alcaldías en muchos
casos, constituyendo la fuerte subida de Zamora como el caso más claro. En los
grandes núcleos urbanos y capitales de provincia, donde se ha presentado en
candidaturas unitarias, IU ha experimentado un apreciable incremento de
representación institucional, y donde no, en líneas generales, se ha bajado. En
el caso de las elecciones autonómicas, donde cada partido ha concurrido bajo
sus propias candidaturas, IU ha obtenido unos muy malos resultados, desapareciendo
de la mayoría de los parlamentos, siendo fuerza extraparlamentaria en el nervio
central del capitalismo español: el eje Madrid-Valencia. Las elecciones del 24
de mayo han supuesto, por tanto, una reconfiguración del mapa político en la
izquierda: a la izquierda del PSOE, IU ya no es la realidad mayoritaria.
En
el caso de Podemos, en el ámbito autonómico donde ha concurrido con sus siglas,
ha obtenido un importante resultado electoral al entrar en todos los
parlamentos regionales, pero lejos de constituirse en alternativa al PP. En
todos las CC.AA. el PSOE ha quedado por encima de Podemos. En las municipales
se aprecia una clara diferencia de resultado respecto a las regionales, al
contar con un apoyo significativamente menor en relación a las candidaturas
unitarias en las municipales. Sin embargo la política de Podemos de relacionar
el resultado de Madrid y Barcelona con dicho partido pretende –de momento con
éxito- esconder esa diferencia de voto. Sirva como ejemplo el caso de la ciudad
de Madrid, donde Podemos ha sacado 285 mil votos (17,7%) y Ahora Madrid 519 mil
(31,8%).
Ciudadanos
ha logrado una fuerte irrupción en el panorama político, pero no ha logrado el
objetivo de constituirse en el gran partido bisagra del país, con la excepción
importante de Madrid. A pesar de ello es la tercera fuerza política municipal.
Por
último, de los resultados se desprende que los partidos nacionalistas ya no van
a ser determinantes para la generación de mayorías a nivel nacional. En
relación a Cataluña, Barcelona ciudad y corona metropolitana ha irrumpido una
mayoría electoral no nacionalista, que sí ha obtenido buenos resultados en el
interior de Cataluña. En relación a Euskadi, el PNV recupera poder municipal en
detrimento de Bildu, al ganar San Sebastián, y en Navarra, a través de su
presencia en Geroa Bai. Destacar el importante triunfo de la coalición
valencianista Compromis, la cual se ha constituido en el árbitro político en
las Cortes del País Valencià y en Valencia ciudad.
Por
último destacar el voto de la emigración, verdadera expresión de los cambios
sociales en nuestro país, donde por primera vez los dos grandes partidos no son
mayoritarios, posición que ahora ostenta Podemos.
El significado del voto de la clase
trabajadora
De
los datos se desprende que no han sido las capas medias, sino el voto obrero y
la periferia urbana la que ha impulsado el cambio electoral en las grandes
ciudades.
Voto
que se ha expresado a través de las candidaturas de unidad popular, vistas como
el mejor instrumento para la derrota del Partido Popular. En aquellos lugares
donde no se ha dado esta confluencia (salvo excepciones), o en las autonómicas,
el voto obrero se ha fragmentado posibilitando el triunfo del PP y una posición
de privilegio del PSOE como principal partido capaz de desalojar a la derecha.
El
voto de la clase trabajadora y sectores asalariados y las candidaturas
unitarias se constituyen como la principal palanca para la derrota del PP.
El
comportamiento electoral de la clase trabajadora vuelve a situar el eje
derecha/izquierda como el eje prioritario de este país, frente a la teoría de
la transversalidad que otorga a la “clase media” la centralidad del cambio. Eje
que se ha canalizado a través de expresiones políticas de nuevo tipo
(candidaturas de unidad popular) que han materializado la expresión social del
eje nuevo/viejo, que ha permitido generar mayorías electorales al atraer a
capas medias precarizadas durante la crisis.
Manifestación
electoral de los trabajadores y trabajadoras que corresponden con el peso que
dichos sectores sociales han tenido en estos años de movilizaciones y de la
construcción de sujetos de conflicto unitarios como las mareas, plataforma
ciudadanas por los derechos públicos o de participación en las huelgas
generales, que han encontrado en las candidaturas unitarias su expresión
electoral principal. Peso sin embargo, que no ha tenido proyección en la
conformación de las candidaturas, donde salvo excepciones, la clase obrera
tiene escasa presencia.
Cambio
que para los sectores sociales protagonistas de la jornada electoral del 24 de
mayo pasa por una profunda transformación de las relaciones laborales de este
país, una fuerte reestructuración del gasto público, del sistema educativo y de
los mecanismos de acceso a la vivienda, que junto a la democracia
participativa, solo podrán tener solución en un marco de ruptura política y de
giro a la izquierda, y no del “giro al centro”, al que se ve abocado todo
cambio hegemonizado por la relación estructural que van a mantener a partir de
ahora PSOE-Podemos.
Transformaciones
sociales que solo podrán ser garantizadas por la izquierda transformadora.
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