Toni Valero Morales
Responsable de organziación de IULV-CA
Los tiempos se aceleran, todo va más
deprisa. Los tiempos políticos no terminan de agotarse cuando ya
está empezando uno nuevo que no se sabe si llegará a su fecha de
caducidad. Nada nuevo en tiempos de crisis sistémica pero, no por
consabido, menos extraordinario. Quizá por eso, antes de volver a
esprintar, es necesario hacer algo de memoria, aunque sea reciente
(si bien la memoria reciente nos retrotrae a contextos sociopolíticos
que hoy parecen remotos) desde la cual elucubrar hipótesis de
futuro.
Hace menos de tres años, en marzo de
2012, se celebraron las últimas elecciones autonómicas en
Andalucía. Pocos meses atrás el Partido Popular había conseguido
mayoría absoluta en el Congreso y, según las encuestas, Andalucía
iba a correr el mismo destino que el resto del Estado: ofensiva
neoliberal con la troika en el puente de mando. Grecia, Irlanda y
Portugal ya habían sido “rescatadas” de un cautiverio de mínimos
derechos sociales y las noticias del desastre social en esos países
impactaban diariamente en nuestros telediarios. Así, la Gran
Coalición entre conservadores y “socialdemócratas” europeos,
utilizó el paro desbocado y la enorme deuda pública española
(contraída tras el rescate al sector bancario) como aviso del
inevitable destino compartido de España y Grecia. Al país enfermo
había que hacerle una sangría para salvarlo. Precisamente se aplicó
a rajatabla la doctrina del shock: crear miedo en la población ante
un futuro apocalíptico para aplicar medidas que, de facto, nos
llevaban a dicho apocalipsis. No obstante, el Partido Popular no supo
medir bien los tiempos y aceleró demasiado la aplicación de
recortes. El error lo pagaron perdiendo la mayoría absoluta que las
encuestas le daban en Andalucía para el 25 de marzo de 2012. Un mes
antes de dichas elecciones el presidente de la CEOE manifestó que a
los trabajadores que rechazaran un trabajo habría que mandarlos a
Laponia. Así de envalentonada estaba la derecha, y el resto
temblando.
Pero esa hoja de ruta trazada desde
Bruselas por la Gran Coalición y ejecutada gustosamente por el
Partido Popular tuvo un revés: las elecciones andaluzas dieron la
llave de gobierno a la izquierda. Izquierda Unida, que por aquel
entonces hacía campaña contra el austericidio de Bruselas y que
venía de ser parte protagonista de dos huelgas generales, subió
electoralmente y complicó la agenda neoliberal.
IU entró en el gobierno por dos
razones. Parar al Partido Popular y evitar que el PSOE gobernase en
minoría pactando con el Partido Popular las políticas de la Gran
Coalición europea. Se apostó por resistir a la troika. Con IU en el
gobierno se abrían posibilidades de distintos escenarios de futuro.
Con el bipartidismo en crisis, IU participaba de un gobierno desde el
que ejemplificar políticas alternativas y la capacidad de tejer
alianzas con los sectores de la sociedad andaluza que más sufrían
la crisis. La flecha electoral de IU apuntaba hacia arriba en todo el
Estado mientras PP y PSOE bajaban. En el 2012 y 2013 también se
intensificó la movilización social. Hacía falta, tanto como hoy,
un engarce entre la lucha en la calle y el poder institucional y eso
empezó a cuajarlo Izquierda Unida. Mientras el movimiento
antidesahucios crecía por doquier, en Andalucía IU sacó adelante,
no sin trabas del “socio” de gobierno, una Ley por la función
social de la vivienda. Esa ley (que sigue recurrida por el Partido
Popular) encerraba una enorme potencia política. Primero porque
cuestionaba la clave de bóveda del capitalismo: anteponiendo las
necesidades sociales a la propiedad privada. Segundo porque
demostraba que sí se podía ser una fuerza política que conectase
la lucha social con la institucional desde el gobierno. Hubo muchas
otras medidas que materializaron este objetivo de hacer trasladar
reivindicaciones de la lucha social al BOJA, pero ésta fue la más
sonada.
Con el bipartidismo en crisis, el
régimen tenía que renovar al polo de la alternancia que se hallaba
en la oposición.Se produjo el relevo de Griñán, un social liberal
de la vieja guardia pero con criterio propio como para no dejarse
arrastrar al hoyo que le quería hacer cavar la Gran Coalición, por
Susana Díaz. No hace falta definir políticamente a Susana Díaz.
Simplemente cabe señalar que desde su presidencia se dio un serio
freno al desarrollo del acuerdo de gobierno. La tramitación de leyes
pactadas se eternizó y se dieron crisis innecesarias provocadas por
su histrionismo político. Desde un inicio no dejó de lanzar guiños
a sus amigos del Ibex 35. No en vano, el anteproyecto para crear una
Banca Pública vino precedido de su rotunda negativa (pública y
publicitada) a solicitar ficha bancaria para el ente de crédito.
Finalmente el anteproyecto sí incluyó la ficha bancaria porque era
una de las condiciones que IU puso para aprobar los presupuestos de
la JUNTA. Aprobados los presupuestos Izquierda Unida realizó una
asamblea de balance en la que vino a ratificar el apoyo al Acuerdo de
Gobierno emplazando a cumplir las medidas pendientes. Se puso el foco
en aquellas atienden a la mejora de las condiciones materiales de
existencia de la mayoría social: renta básica, garantizar
suministros mínimos vitales, etc. Y también se exhortó a seguir
investigando la corrupción en Andalucía, tanto la de gobiernos
anteriores del PSOE como las ramificaciones de la Gürtel.
Sin duda, a la oligarquía andaluza y
española no le hace ninguna gracia la presencia de IU en el
gobierno. La ausencia de corrupción en el gobierno desde la llegada
de IU impidió la renovación de anteriores prácticas clientelares,
las multas a los bancos impuestas desde la consejería de Fomento
señalaron a los culpables del déficit habitacional en nuestra
comunidad o la pretensión de crear un banco de tierras, que hiciera
realidad la secular demanda del campo andaluz de “la tierra para el
que la trabaja”, son ejemplos de lo incómodo que es para el
régimen la presencia de IU en el gobierno de una comunidad autónoma.
Mientras tanto, la renovación en PSOE
federal se hace con tal debilidad que no es garantía ni para los que
la orquestaron. Con apoyos envenenados a Pedro Sánchez, Susana Díaz
dejaba desde un principio la brújula de su carrera orientada a
Ferraz. Recorrer ese camino no se le antoja difícil con un PSOE en
declive electoral y en seria descomposición ideológica.
En consecuencia, tras las navidades
Susana busca la crisis que justifique su ruptura unilateral. Se
prueba con el anuncio del viaje al Sáhara de Diego Valderas y se
continúa con la hipotética convocatoria de un referéndum en IU
sobre la permanencia en el gobierno. Ambos argumentos no necesitan
mucha atención: el viaje no se ha hecho y el referéndum no se ha
convocado. Pero da igual. La brújula apunta a Ferraz y el
combustible lo pondrán aquellos damnificados por la presencia de IU
en el gobierno: los amigos del Ibex 35.
Será por casualidad, pero en estos
días acontecen más hechos que no son fortuitos. Por una parte la
vieja dialéctica bipartidista asoma de nuevo la patita en Andalucía:
PP y PSOE pactan los nombramientos en la Cámara de Cuentas y Moreno
Bonilla vuelve a reiterar que Susana contaría con su apoyo para
tener estabilidad. Por otra parte se filtra la reciente reunión
entre Zapatero, Bono y quién sabe cuántos gerifaltes más, con
Pablo Iglesias y Errejón. Me abstengo de chanzas y chascarrillos
para no aburrir, pero no de ubicar este contubernio en la estrategia
de recomposición del régimen.
Con todo esto, toca esbozar escenarios
futuros o, al menos, un marco desde el que interpretar lo que puede
acontecer. La crisis se va a agudizar. Tanto la crisis económica y,
por ende, la crisis social, como la crisis política. Para la primera
Draghi ya está anunciando que tiene botiquín. La previsible nueva
recesión se “afrontará” con la compra de bonos por parte del
BCE. Y, de paso, le pretendía servir a Samaras evitar perder por
goleada ante Syriza. Esto nos lleva a la otra crisis que se agrava en
la UE: la política. La fuerza de Syriza en Grecia pone en cuestión
en dogma neoliberal y amenaza extenderse a España. El régimen
precisa encauzar la entrada de agua que tiene en las grietas del
bipartidismo para que el barco siga a flote. IU debe desaparecer,
como siempre, de las instituciones aún a costa de crear escenarios
de mayor incertidumbre para sus opciones partidarias; y, por otra
parte, con Podemos tienen que contar en la estrategia de
recomposición del régimen o de una nueva arquitectura. El pato lo
pagarán el PSOE y las esperanzas del fenómeno Podemos. Si el
contubernio de la casa de Bono continúa hacia delante puede que
Podemos fagocite electoralmente al PSOE pero que el PSOE fagocite
políticamente a Podemos. Una regeneración de la socialdemocracia
fuera del PSOE con la conformación de una nueva élite política que
incluya a los “experimentados” (así definió Pablo Iglesias a
Zapatero y Bono, nada de tacharlos de casta), es decir, a la élite
existente, junto a los renovadores. Gatopardismo. El proceso
constituyente no se quiere dejar de la mano de dios, y menos aún de
la mano de la gente.
Frente a esta hoja de ruta que está
llena de encrucijadas solo cabe trazar la alternativa real y de
izquierdas. IU debe seguir apostando por la unidad popular, la
movilización social y por hacer pedagogía política: por
concienciar. Llamar a las cosas por su nombre y hacerlas inteligibles
a los que sufren la crisis capitalista. La crisis económica irá a
más y las políticas de bambalinas, orquestadas al margen del
protagonismo de la lucha social, no podrán frenar las ansias
crecientes de la mayoría social por una salida de izquierdas a la
crisis que cambie el régimen.
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