Julio Anguita
González
Raimondo Montecuccoli (1609 – 1680) genio militar de su
época y autor de brillantes tratados sobre la guerra, expresó sus críticas a
aquellos generales que ante una situación bélica de características novedosas o
poco comunes, solían acudir a los textos de estudios militares de tipo
académico para indagar en ellos qué hubieran hecho en semejante situación
Alejandro Magno, Pirro, Aníbal o Julio César. Por otra parte y partiendo
siempre de que la realidad es concreta, difícilmente repetible y anclada en necesidades
inmediatas, Montecuccoli afirmaba que en la guerra hacían falta tres cosas: dinero,
dinero y dinero.
A simple vista podría considerarse como contradicción el que
un estudioso de las cuestiones bélicas desechara los saberes acumulados sobre
ella para cambiarlos por una aparente y frívola improvisación. Nada de eso, lo
que Montecuccoli decía era que los saberes, las teorías, los principios, las
experiencias acumuladas, deben servir de guía pero, en absoluto convertirse en
un catecismo o en manual de recetas. La realidad del momento exige respuestas
pertinentes.
Siglos después, el genio revolucionario de Lenin reiteraba
que la verdad era concreta y no abstracta o que el árbol de la teoría era gris
pero el de la vida era verde. Lenin en abril de 1917 acepta de los alemanes
(previo permiso del soviet de Petrogrado), viajar en tren desde Suiza hasta
Finlandia para ayudar a la causa de la revolución haciendo campaña contra la
guerra, y no abandonando en ningún momento el objetivo fundamental, por mucho
que los alemanes quisieran utilizarlo para ganar el conflicto armado a la Rusia zarista. ¿Puede
considerarse como traidor a Lenin? ¿Puede ser motejado de populista
desideologizado a Lenin porque, dirigiéndose a la población rusa de campesinos
y soldados, no hablase de la lucha de clases o de la izquierda y fijase el
objetivo de la Revolución ,
en aquél momento, en aquella coyuntura, en aquella fase, en tres ideas: paz,
pan y tierra? ¿Podía considerarse a Lenin un iluminado o visionario cuando
asumió que en aquella hora y en determinadas cuestiones, las masas iban por
delante del propio partido?
Antonio Gramsci postuló la necesidad de una respuesta
popular ante una situación de extrema gravedad planteando la necesidad de una
ideología-mito que no debía presentarse como una fría utopía ni como una
argumentación doctrinaria, sino como la creación de una fantasía concreta que
actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para rescatar y organizar su
voluntad colectiva. Nótese como el objetivo central es conseguir la cohesión de
una mayoría social sin especificar adscripción ideológica alguna.
Enrico Berlinguer planteaba su propuesta de Compromiso
Histórico como un designio de transformación de la sociedad y del Estado por
medio de un movimiento unitario y democrático en el cuál sean protagonistas, en
condiciones de igualdad, todas las fuerzas populares. Curiosamente, y por aquél
entonces el dirigente del Partido socialista de Italia, Bettino Craxi,
planteaba como alternativa la “unidad de la izquierda” para desalojar del poder
político a la
Democracia Cristiana.
Muy recientemente (28 de Agosto del 2014) ha aparecido en
Rebelión un artículo de Marta Harnecker: Para construir una sociedad socialista
se requiere de una nueva cultura de izquierda, que consta de 59 epígrafes. Por
cuestiones de espacio me limito a recomendar su lectura y muy especialmente los
puntos 56, 57, 58 y 59.
No creo que ninguno de nuestros lectores considere
sospechosos de derechización o traición a los comunistas anteriormente citados.
Hay en ellos una curiosa coincidencia que atraviesa sus textos y sus proyectos.
Una coincidencia que sigue estando de actualidad y se expresa en tres líneas de
análisis y propuesta:
1. El valor fundamental de saber en qué fase y en qué
momento de la lucha social se está. El valorar la coyuntura, actuando en
consecuencia. Lenin la definía como el punto nodal en el que se condensan todas
las contradicciones. En consecuencia los planteamientos para la acción y la
organización deben atenerse a esa realidad. En ningún momento plantean
cuestiones de principios o de “purezas de sangre” ideológicas o políticas. Se
atienen a lo expuesto en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels cuando
afirmaban que los comunistas no eran diferentes a las demás organizaciones
obreras pero que se diferenciaban en una sola cuestión: tener presente el
objetivo final en todas y cada una de las acciones diarias. Suficiente.
2. Derivado de todo lo anterior se desprende la necesidad de
evaluar, distinguir y actuar entre las contradicciones y los aspectos primarios
o secundarios de las mismas. Hoy, en España, la contradicción principal o
fundamental se establece entre el Poder y su expresión política, el
bipartidismo y la mayoría social. Una mayoría social en la que la izquierda de
carné, ideas o sentimientos no es mayoritaria aunque anhela soluciones para sus
problemas a la vez que rechaza la corrupción mafiosa y la degradación de los
poderes del Estado. Esta contradicción principal tiene un aspecto secundario
interesante: la tensión preelectoral entre PP y PSOE que se manifiesta en
críticas u oposición a determinadas propuestas como, por ejemplo la elección de
alcaldes que plantea el gobierno. Se debe actuar en esta contradicción o
algunas otras sin olvidar jamás quienes son los antagonistas en la contradicción
principal.
3. El protagonismo, por encima de cualquier otra
consideración, de las masas organizadas. Unas masas que en cada época histórica
tienen un componente diferenciado a tenor de los procesos de producción, los
niveles culturales o sociales y sobre todo, como consecuencia de la creciente
proletarización de sectores, grupos y sujetos menores del proceso productivo.
Todo ello proporciona un pie forzado que nunca debe olvidarse: la pluralidad.
Este ingente y abigarrado conjunto que constituye la mayoría, está atravesado
de manera consciente o inconsciente, por contradicciones secundarias (muchas
veces exclusivamente ideológicas) que si no se ubican en su lugar terminan por
devenir en rupturas. El remedio contra ello es el Programa (que no es un listado
de deseos) y la manera de elaborarlo. Esa era la razón que informaba la extinta
elaboración colectiva de IU. Un Programa que, a tenor de su idoneidad para
resolver problemas hace que muchos colectivos y personas notoriamente
refractarios a la izquierda terminen como el personaje de Molière, hablando en
prosa pero sin saberlo.
Con la vista puesta en la coyuntura histórica que nos ha
tocado vivir. Con la necesidad más que urgente de una respuesta mayoritaria que
cambie el curso de las cosas. Con el momento único que se vive tras el 22 de
Marzo y el 25 de Mayo. Con la conciencia de que si esta oportunidad se
desaprovecha no se levantará cabeza en décadas. ¿Es tan difícil poner el acento
en lo mucho que compartimos unos y otros y, en consecuencia, establecer un nexo
programático común que haga posible lo que soñara Antonio Gramsci?
Cualesquiera que, por una parte, pongan el acento en
cuestiones de pedigrí ideológico (refugio fácil para la inacción), vivan
sempiternamente en la cultura de la sospecha que el franquismo hizo recaer
sobre los comunistas o se refugien en la torre de marfil de su inmarcesible
momento de gloria, están objetivamente despreciando una oportunidad histórica.
Las organizaciones viven para las causas y no las causas para las organizaciones.
Para mayor abundamiento en lo que quiero decir y proponer,
me remito a lo publicado en Mundo Obrero digital del 26 de Agosto bajo el
título de “Ahora, Sin pretextos”. http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=4145
Publicado en el Nº 276 de la edición impresa de Mundo Obrero
septiembre 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario