José Antonio Carmona
Postigo
Secretario
Político de la Agrupación “Julián Grimau” del PCA de Málaga
En
los últimos tiempos venimos oyendo de manera más o menos habitual el término
“proceso constituyente”, el cual suele estar en el argumentario de algunos
partidos políticos situados en el ámbito de la izquierda y de diferentes
movimientos y organizaciones sociales.
En
primer lugar, sería interesante definir qué es un “proceso constituyente”, ya
que podemos entender por tal, el proceso por el cual un Estado democrático crea
una Constitución según la voluntad y necesidades de la ciudadanía. Así pues,
podemos suponer que cuando estos partidos y organizaciones demandan dicho
proceso es porque entienden que la Constitución de 1978 no responde ni a la
voluntad ni a las necesidades de dicha ciudadanía.
A
mi juicio, una sociedad en la que más del 65% de la población con derecho a
voto no aprobó la actual Constitución (porcentaje que irremediablemente aumenta
cada año en algo más de un 1%) merece poder debatir y aprobar una nueva
Constitución que la represente, ya que las necesidades y la voluntad de la
ciudadanía española del 78, distan mucho de parecerse a las de 2016, y poder de
esta manera corregir el déficit que la Constitución actual tiene hoy en día.
Ahora
bien, además de crear una Constitución nueva y radiante, también cabe la
posibilidad de realizar un "proceso constituyente" mediante un lavado
de cara de la Constitución vigente y que este lavado, lejos de ser
superficial, se encauce de forma
paulatina, mediante un conjunto de reformas constitucionales que estén relacionadas
con reformas laborales, leyes "mordazas", subordinación al pago de la
deuda... Seguro que todo esto les suena.
Ante
estas dos opciones, sería útil tener claro qué tipo de "proceso
constituyente" queremos:
-Uno
que englobe un debate ciudadano y que sea aprobado por un pueblo que demande reflejar
en el resultado del mismo (la Constitución) su voluntad y sus necesidades,
proceso que llamaremos "proceso constituyente desde abajo".
-Uno
consistente en reformas constitucionales en las que no participe el pueblo y
cuyo resultado esté muy alejado de la voluntad y las necesidades del mismo. A
este modelo lo llamaremos "proceso constituyente desde arriba".
Como
se puede adivinar, el "proceso constituyente desde arriba", ya está
puesto en marcha desde hace tiempo, pues la reforma laboral que llevó a cabo el
PSOE data del año 2010, la reforma del artículo 135 fue en septiembre de 2011 o
la reforma laboral del Partido Popular fue en 2012. Ya han pasado varios años
de todas estas reformas, las cuales tuvieron como resultado la merma de las
posibilidades de vivir dignamente de la clase trabajadora además de la creación
de un "ejército industrial de reserva" como diría Carlos Marx, que no
es más que una amplia gama de desempleados y desempleadas dispuestas a vender
su fuerza de trabajo por un salario mucho menor del que merecería su
producción, favoreciendo de esta manera a las grandes empresas y sus intereses.
Nada es casual.
Todos
estos movimientos, son movimientos de las élites, de las oligarquías, de
"los de arriba" para realizar de forma gatopardiana un "proceso
constituyente" por el cual todo cambie sin que nada lo haga realmente, es
decir, cambios aparentes en las formas pero que en su fondo permiten la
supervivencia de un sistema que viene mostrándose incapaz de atender las
necesidades del pueblo, un sistema corrupto en el que a la democracia le falta
oxígeno y que cada vez crea una desigualdad mayor pues responde a los
parámetros de un capitalismo que se encuentra en una fase realmente feroz como
podremos seguir comprobando si no somos capaces de frenar los acuerdos TTIP y
CETA.
Este
proceso dirigido por las oligarquías, está vivo, va mutando y reacciona a los
acontecimientos que se suceden de diversas maneras, en ocasiones de forma más o
menos "regulada" y aprovechando la cotidianidad que ofrecen las instituciones
y las mayorías parlamentarias que la oligarquía tiene en ellas, mediante las
reformas constitucionales o legislativas y en otras ocasiones de forma digamos
que más "improvisadas", las cuales responden a situaciones que
realmente ponen en peligro su subsistencia porque de alguna manera u otra no
están bajo el absoluto control del sistema.
Ejemplos
de las formas "reguladas", ya se han mencionado algunas como las
distintas reformas laborales, mientras que ejemplos de reacciones
"improvisadas" tenemos dos realmente claros y que podríamos
considerar incluso paradigmáticos:
-La
abdicación de Juan Carlos de Borbón en junio de 2014 como respuesta al cada vez
más creciente sentimiento de indignación que estaba aflorando en el conjunto de
la población ante la situación político-social del país, poniendo en tela de
juicio todas las instituciones del Estado, incluyendo a la Casa Real, la cual
se encontraba con la imagen muy deteriorada debido a los casos de corrupción
que salpicaban a varios miembros de la familia y a un Jefe de Estado más atento
a las celebraciones y cacerías que a la situación de un país sumido en una
profunda crisis. El sistema lo tuvo claro y optó por cortar tan añeja rama para
salvar un árbol aún más añejo pero sin duda caduco.
-Otro
ejemplo más reciente es el último espectáculo vivido en el Comité Federal del
PSOE que terminó con la dimisión de Pedro Sánchez como Secretario General del
partido tras lo que Alberto Garzón Espinosa (Coordinador Federal de Izquierda
Unida) denominó un "motín oligárquico". Esta denominación me parece
acertada, ya que se trató de dar respuesta a la posibilidad de que se pudiese
crear un gobierno alternativo al del Partido Popular y su muleta Ciudadanos y
esa respuesta fue dada por las oligarquías. La mera posibilidad de que fuese
posible un gobierno que estuviese fuera del control absoluto del sistema, un
gobierno en el que las oligarquías no hicieran y deshicieran a su antojo,
activó unos mecanismos en los que pronto comenzaron a tomar protagonismo
personajes como Felipe González, Juan Luis Cebrián, Susana Díaz o el ministro
Fernández Díaz. Quizá, la respuesta haya sido tan truculenta que pueda pasarle
una factura irreversible al Partido Socialista Obrero Español.
Así
pues, tenemos claro que el "proceso constituyente desde arriba" está
en marcha hace mucho tiempo y que seguirá su curso hasta que pueda completarse,
esto es, seguirá realizando reformas que sigan mermando las condiciones
materiales de vida de la clase trabajadora argumentando que las demandan desde
la Unión Europea y que por el bien del crecimiento económico de nuestro país,
no sólo son necesarias sino que son poco
menos que indispensables, por lo que nos seguiremos sumiendo en la senda de los
recortes y de la pérdida de derechos y lo público mediante privatizaciones.
Sobre la pérdida de soberanía nacional por pertenecer a la Unión Europea,
también se podría hablar largo y tendido.
Este
es el panorama al que nos enfrentamos en los próximos años, el cual parece
irremediable a tenor de la más que probable abstención del PSOE en la sesión de
investidura que se vislumbra próxima y que en breve nombrará a Mariano Rajoy
presidente de la XII legislatura. Pero todo no es negativo. Las contradicciones
que tendrán que soportar ciertos sectores del panorama político serán
tremendas, especialmente el PSOE, por lo que los partidos políticos y las
organizaciones y movimientos sociales que demandan un "proceso
constituyente por abajo", se encuentra en la obligación de actuar con
generosidad y de forma fraternal en pro de crear una coyuntura social favorable
en un futuro próximo que posibilite retomar las luchas en las calles (también
en las instituciones) y llevar a cabo las demandas de más democracia, igualdad
y unas condiciones materiales de vida dignas, algo que no son más que derechos
que hace mucho tiempo nuestras y nuestros mayores conquistaron. Por ponerlo en
conjunción con lo expuesto anteriormente, se trataría de ir provocando que las
respuestas sean cada vez más "improvisadas" y menos "reguladas"
ya que esto significaría que el sistema se sigue debilitando.
Pero
sólo con buena voluntad y generosidad no se conseguirán los resultados que la
clase trabajadora merece. Resulta indispensable, a mi juicio, la creación de
conciencia de clase, que aquellas personas que se encuentren indignadas, en
situación de precariedad, en riesgo de pobreza, vean y sientan que tienen un
nexo de unión con aquellas que se encuentran en exclusión social por sufrir
cualquier tipo de discriminación, y que éstas a su vez encuentren ese mismo
nexo con los trabajadores y trabajadoras de la sanidad, la educación, con las
distintas "mareas", y éstos con las personas dependientes y
desempleadas, y con las desahuciadas, y con las víctimas de estafas
financieras... un mismo nexo de unión que no es más que sentirse parte de algo,
de una misma clase que está dispuesta a luchar por lo que es suyo, por lo que
le pertenece y por hacer que todo cambie.
Dicho
esto, la tarea es clara y el momento es ahora. En este tiempo en el que
aquellos que no hablan de "proceso constituyente", que incluso se les
eriza la piel al escuchar estas palabras, son en cambio los que lo están
llevando a cabo (desde arriba), es el tiempo en el que hay que crear una
empatía colectiva, un criadero de solidaridad que nos lleve a entender que si
no marchamos unidos, nos mataran por separado y formar (también desde el punto
de vista de la enseñanza) un bloque político y social que bajo la idea de la
unidad popular sea capaz de revertir todo lo que está haciendo ese
"proceso constituyente desde arriba" y empezar a construir nuestro
futuro desde la libertad, la igualdad y la fraternidad como sólo seremos
capaces de hacerlo "las de abajo".
Salud
y República.
http://semillasdenenufar.blogspot.com.es/
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