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domingo, 10 de enero de 2016

Alberto Garzón: “Informe sobre los resultados electorales e Izquierda Unida”

Han pasado ya bastantes días desde que conocimos los resultados de las últimas elecciones generales. Y ayer- 9 de enero-tuvimos la reunión del Consejo Político Federal de Izquierda Unida, en donde aprovechamos para reflexionar sobre el momento político y el futuro. Este texto que acompaño es mi informe definitivo, aprobado con un 80% de los votos a favor. Entramos en una nueva etapa.
Fortaleciendo el instrumento político
El pasado 20 de diciembre finalizó, por el momento, el largo ciclo electoral que había comenzado en mayo de 2014 con las elecciones europeas. Durante ese período se han dado dos procesos electorales anticipados (Cataluña y Andalucía), las elecciones municipales y autonómicas y las recientes elecciones generales. Para Izquierda Unida han sido muchos meses de enorme intensidad y campañas electorales muy complejas.
El balance final del proceso tiene sus claroscuros. Por un lado, Izquierda Unida-Unidad Popular consiguió el 20D casi un millón de votos en unas condiciones casi heroicas, con prácticamente todo en contra. No es este un ejercicio de triunfalismo, pues los resultados son claramente malos, sino la contextualización de los resultados dentro de las dificultades objetivas que enfrentábamos. La exclusión en debates televisados que han sido fundamentales en la toma de conciencia del voto, la hipervisibilidad de otras candidaturas, el doble llamamiento al voto útil y el estrechamiento del espacio electoral en la izquierda han sido rasgos notables de esta última campaña. Pero el trabajo incansable de militantes y simpatizantes ha permitido que vivamos una hermosa campaña, con una enorme movilización popular en los actos públicos y para la difusión de nuestras propuestas. El esfuerzo de tanta gente comprometida con un proyecto anticapitalista, rupturista, ecologista y feminista ha permitido que los resultados no fueran peores. Sin embargo, esos mismos resultados han sido filtrados por una injusta ley electoral que ha traducido el esfuerzo en únicamente dos diputados por la circunscripción de Madrid. En ese sentido, los resultados son claramente malos. Además, el casi millón de votos no ha sido suficiente para alcanzar el 5% en todo el Estado con lo que el grupo parlamentario está en juego en estos momentos. Ahora bien, en términos generales los resultados para nuestra organización son malos y representan en gran medida los errores del pasado, los deberes no hechos en los últimos años y los incumplimientos sistemáticos de los acuerdos adoptados por los órganos federales; entre ellos el de la llamada refundación.
En todo caso, los resultados de las elecciones muestran el debilitamiento del Partido Popular y del Partido Socialista, pero al mismo tiempo ponen de relieve la oportunidad perdida de una candidatura unitaria de las fuerzas por la ruptura democrática. Al fin y al cabo, el Partido Popular ha vuelto a ganar las elecciones y el bipartidismo tiene mayoría absoluta en escaños. Tras cuatro años de movilizaciones contra los recortes brutales del PP, los resultados generales son claramente insatisfactorios y deberían llevar a una seria reflexión en la izquierda.
La apuesta de Izquierda Unida por la unidad popular ha sido y es incuestionable. Mucho antes de afrontar el reciente proceso electoral Izquierda Unida dedicó todas sus energías a intentar un acuerdo de colaboración entre todas las fuerzas de ruptura. Durante varios meses mantuvimos encuentros con las alcaldías llamadas del “cambio”, con los partidos susceptibles de participar en un acuerdo de estas características y con los movimientos sociales que podrían apoyarlo. El escollo decisivo se encontró, finalmente, en la estrategia del actor con más expectativa de voto: Podemos. La decisión de la fuerza morada de presentarse en solitario a las elecciones cambió tras el conocimiento de los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, el 24 de mayo. Sin embargo, su dirección mantuvo la firme intención de excluir a Izquierda Unida Federal de cualquier acuerdo; optaron, en cambio, por una serie de alianzas tácticas en determinados territorios. Así, Podemos llegó a acuerdos con otras fuerzas únicamente en Cataluña, Galicia y País Valencià; y en dos de esos territorios participando nosotros también. En el resto, las conversaciones con Podemos no llegaron a fructificar en un acuerdo de colaboración porque la máxima aspiración de la fuerza morada era incluir a varios candidatos de Izquierda Unida en sus listas electorales como independientes, desestimando al resto de la organización y a su cultura política. En esas condiciones de no reconocimiento de nuestra organización y cultura fue imposible llegar a un acuerdo satisfactorio para la sociedad, algo que sí había sucedido, por ejemplo, en Cataluña o Galicia.
Los resultados han demostrado que teníamos razón. Una fórmula de colaboración como las que se dio en Galicia o Cataluña es un mecanismo capaz de doblegar al bipartidismo y romper la dinámica de las últimas décadas. Por eso, la apuesta de Izquierda Unida por la colaboración electoral se mantendrá en el tiempo; porque es la única vía para la transformación social efectiva.
Aún sin un acuerdo global para una candidatura unitaria, el trabajo que se ha dado en la candidatura de Unidad Popular debe valorarse muy positivamente. Esta experiencia ha servido para seguir tejiendo complicidades entre las gentes que optamos por un proyecto rupturista y que sin embargo no militamos en las mismas organizaciones. El trabajo, codo con codo, con gentes de otras organizaciones y en torno a un programa político común ha sido una experiencia muy satisfactoria. Al mismo tiempo, ha sido la candidatura más coherente con el programa democratizador; ha sido, por ejemplo, la única candidatura en elegir a todos sus candidatos y candidatas en primarias abiertas. No obstante, debemos señalar también que la experiencia de la candidatura de Unidad Popular ha sido desigual a lo largo de todo el Estado, y que no en todos los territorios se ha logrado sumar a gente que trabajaba fuera de las coordenadas de Izquierda Unida.
Composición de Parlamento y Gobierno
Como hemos dicho, no hemos obtenido un porcentaje de votos suficiente para conformar automáticamente un grupo parlamentario. Sin embargo, esta decisión final depende de la interpretación que haga la Mesa del Congreso, la cual se constituirá el próximo 13 de enero. En anteriores legislaturas se han hecho excepciones que han permitido a candidaturas con menos de un 5% de los votos tener finalmente un grupo parlamentario propio. Buscando ese objetivo, estamos explorando todas las posibilidades técnicas y estamos hablando también con todas las fuerzas políticas. En términos de visibilidad, y de presencia parlamentaria en general, sería muy deseable contar con un grupo parlamentario propio. Además, consideramos que en términos de votos absolutos es además lo más justo.
De la misma manera, celebramos que tras las elecciones haya mayoría parlamentaria suficiente para aprobar determinadas leyes que son imprescindibles para las clases populares, así como para derogar leyes injustas puestas en marcha por el PP en estos últimos cuatro años. Con voluntad política suficiente, leyes como la LOMCE, la Ley Mordaza o la última reforma laboral podrían ser derogadas en unos meses. Y con la misma voluntad podrían ponerse en marcha planes de empleo público, paralización de los desahucios y un plan de emergencia social absolutamente imprescindible para las clases populares. Sin embargo, observamos atónitos cómo en vez de hablar de estas posibilidades tanto PSOE como Podemos permanecen enfrascados en riñas de poder que están desconectadas de los intereses de la mayoría social. Pensamos, asimismo, que la convocatoria de unas elecciones anticipadas sería una gran noticia para el Partido Popular, quien por cierto observa con inmensa placidez la incapacidad de diálogo a su izquierda. Por todo ello, creemos necesario un ejercicio de responsabilidad con los votantes y ciudadanos que más sufren la crisis y apostamos por un diálogo sincero y transparente sobre las necesidades sociales más acuciantes que podrían resolverse en poco tiempo. Nuestro programa es la aportación que hacemos al entendimiento, y sobre esa base cualquier otra fuerza política podrá encontrarnos en el diálogo.
Nueva etapa para IU
Es tiempo para repensar la izquierda y tiempo para hacer balance de lo sucedido en los últimos años. A nuestro juicio, Izquierda Unida ha jugado durante décadas un papel imprescindible en la defensa de los intereses de las clases populares. Y aunque ha habido errores y cosas que no se han hecho bien en este tiempo, lo cierto es que en general IU es un instrumento del que estar orgullosos. Porque nuestra organización es ante todo la gente que se patea las calles en la búsqueda de un mundo más justo, y en la lucha concreta contra las injusticias en el mundo laboral y social.
No obstante, toca adaptarse a una nueva fase política y económica en nuestro país. Una nueva fase caracterizada por la crisis orgánica, los parlamentos más fragmentados de la democracia y un escenario de crisis económica que no ha acabado sino que, de hecho, puede volver a empeorar. Las condiciones materiales de vida de la gente siguen deteriorándose, mientras las nubes de una nueva crisis financiera y económica asoman en el horizonte. Y este año, en el que se celebrará la XI Asamblea Federal de IU, es una oportunidad para afrontar esos retos y saber adaptar nuestro instrumento a los cambiantes tiempos que vivimos.
Tenemos que repensar la izquierda no para buscar un “nicho de mercado” como si en vez de una organización política fuéramos una empresa y en vez de dirigentes fuéramos directores ejecutivos. Queremos hacer política, y eso implica preguntarse por todo lo que ha cambiado en nuestra sociedad en estos años. Pues ha cambiado la base material de nuestra sociedad, un país roto incluso generacionalmente, con una autopercibida clase media que al hundirse se deja atraer por la fantasía de una vuelta al pasado y con una sociedad donde el imaginario social y político ha cambiado radicalmente. Estos son algunos de los rasgos del nuevo contexto político en el que nos inscribirnos y para el cual debemos tener un instrumento adecuado.
No obstante, tenemos que estar alerta. En primer lugar, alerta frente a las llamadas al repliegue y a la ceguera política, que son una invitación a la marginalidad política. Ignorar los cambios en nuestra sociedad y la necesidad de repensar el momento político es parte del plan de quienes quieren refugiarse en una suerte de caverna platónica en la que sólo se ven sombras de lo que se fue y en la que ninguna luz muestra futuro. Pero también alerta frente a quienes creen que las promesas del cambio pueden materializarse a través de organizaciones políticas distintas, sean PSOE o Podemos. Ninguno de estas dos organizaciones son, a nuestro juicio, los instrumentos que necesitan las clases populares. Nuestra tarea debería ser fortalecer nuestra organización como instrumento autónomo y radical, que va a la raíz de los problemas, y desde ese espacio colaborar electoralmente con otras fuerzas en la medida en que esos acuerdos puedan ser positivos para la transformación social. Y desde luego nunca desde un ejercicio de subalternidad.
Estamos ante una situación excepcional, y eso supone ir a una asamblea excepcional. Una asamblea que sea no el punto final sino el principio de algo más grande. Una asamblea para estar a la altura del momento político.
El compromiso de la militancia de Izquierda Unida está con la transformación social y con un proyecto de ruptura democrática que nos permita construir un nuevo país desde las coordenadas ideológicas del anticapitalismo, el feminismo y la ecología política. Por eso consideramos imprescindible seguir apostando por la unidad popular, recogiendo lo mejor de las experiencias vividas en los últimos años y proyectando hacia el futuro nuestra capacidad de transformar la realidad. No podemos olvidar que la unidad popular se construye en la movilización social y en las calles, y eso es parte esencial de nuestro proyecto político. Para eso es fundamental que iniciemos acciones y movilizaciones que permitan que nos encontremos con más gente en la política y no en los discursos; que nos permitan luchar contra las injusticias desde la acción y no sólo desde las diferentes instituciones.
En ese sentido, debemos seguir colaborando y contribuyendo a fortalecer los espacios de unidad popular que ya existen, al mismo tiempo que debemos potenciar otros nuevos a fin de que en un horizonte de tiempo lo más cercano posible la colaboración de las fuerzas de ruptura democrática sea una realidad efectiva.
Creemos fundamental que la colaboración entre las fuerzas de ruptura se de desde el reconocimiento de la diversidad, pues es la única forma posible de aprovechar las sinergias políticas. En nuestro país, plurinacional y diverso, convivimos muchas organizaciones de izquierdas que tenemos nuestra propia cultura política y nuestras propias ambiciones sociales; nada de eso debería ser un inconveniente para tejer lazos de colaboración electoral y no electoral. Al contrario, la potencialidad que encierra una colaboración así es algo que no deberíamos desaprovechar.
Así, creemos que toca dos tareas simultáneas.
La primera, fortalecer nuestro proyecto político adaptando nuestra organización a los tiempos que realmente vivimos. Construyamos una organización más democrática, ágil, flexible y capaz de incidir con mayor eficacia en los conflictos sociales y políticos. Fortalezcamos ideológicamente nuestro instrumento, pues seguimos considerando que la solución a los problemas del país vienen desde la izquierda y desde una perspectiva de clase. Aprovechemos la oportunidad de la próxima Asamblea Federal y hagamos un proceso ilusionante que nos permita sentirnos aún más orgullosos de nuestra organización.
La segunda, contribuir a construir los espacios de unidad que ya existen, promoviendo su fortalecimiento. Aprendamos de la extraordinaria campaña electoral en la que hemos sabido trabajar con otros distintos a nosotras, y aprendamos de todos los momentos en los últimos años en los que la colaboración entre diferentes actores, y siempre en torno a un programa común, ha permitido victorias para las clases populares. El horizonte de todas nuestras acciones debe ser la colaboración entre las fuerzas de ruptura. Tanto en lo electoral como en lo no electoral.
Salud y República.
Alberto Garzón Espinosa

9 de enero de 2016

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