No a la guerra, si a la Paz
Los sucesos de 2014 en Ucrania y el golpe de estado contra el presidente Yanukovich dieron como resultado la conformación de un gobierno que nunca estuvo interesado en aplicar los acuerdos de Minsk y que, al decretar, entre otras cuestiones, la intervención militar en las Repúblicas del Donbass creó una situación de guerra activa que se ha mantenido hasta la actualidad. La reciente invasión de Ucrania por Rusia está provocando sucesos dramáticos que causan gran consternación en todo el mundo. Una guerra que urge detener y que nunca debió comenzar.
Este conflicto bélico, que sitúa al mundo ante graves peligros y puede llegar a provocar consecuencias trágicas con repercusiones globales, se está utilizando como pretexto por parte del imperialismo para reforzar su proyecto hegemonista, recurriendo al más burdo anticomunismo con una campaña ideológica basada en mentiras por parte de quienes han sido cómplices de la política de injerencia y agresión que está en el origen de ésta y otras crisis, con ataques para las personas, organizaciones y medios de comunicación que no se sometan a difundir sus consignas militaristas.
El posicionamiento del PCE ante estos hechos debe partir de un análisis y valoración en profundidad que situé este conflicto en el marco de la reconfiguración del Orden Internacional surgido tras el final de la Guerra Fría.
I.- ANTECEDENTES HISTÓRICO: LA DECLARACIÓN DE HELSINKI Y LA CARTA DE PARÍS.
Tras la crisis y disolución de la URSS, del Pacto de Varsovia y del COMECON, las potencias que se consideraron triunfantes de la Guerra Fría, fundamentalmente los EE.UU. y la UE, trataron de implantar lo que vinieron a denominar Nuevo Orden Mundial Liberal, desde lo que consideraban “el fin de la historia y la muerte de las ideologías” y la consolidación del “pensamiento único”.
El objetivo era aprovechar la ventaja estratégica que supuso la desaparición de la URSS como potencia mundial y la profunda crisis económica, política y social en la que se sumió para conseguir el control del planeta y evitar la aparición de otras potencias que pudieran disputarle la hegemonía.
Esta concepción venía a definir una distribución territorial del planeta en función de una centralidad dominante, el eje Atlántico Norte (EE.UU., Canadá, la Unión Europea y aliados), con una periferia dependiente en la que América Latina se entregaba a las políticas ultraliberales. China y el resto de Asia debían convertirse en la gran fábrica del mundo a bajo coste, además de proveer mano de obra barata y un gran mercado de más de dos mil millones de personas a las grandes empresas occidentales, y se adjudicaba al continente africano el papel de depositario de recursos naturales que extraer y así sostener la maquinaria productiva de Occidente.
En Europa, en contra de lo acordado como base para la reunificación de Alemania, se diseñó una nueva arquitectura sociopolítica, que tuvo como base el Tratado de Maastricht, en el que se situó a la UE como el instrumento económico y político para la plena integración en este Orden Mundial Liberal, relegando cualquier elemento de soberanía popular y traspasando el poder a instituciones como el Banco Central Europeo o la Comisión Europea sin ningún control democrático. Esta arquitectura permitió supeditar los intereses económicos de las naciones a los del gran capital internacional que amplió su campo de influencia mediante los TCL y la constitución de la OMC.
Por otra parte, los avances para construir una Seguridad Continental Compartida explicitados en los 10 puntos de la declaración de Helsinki de 1975 y la Carta de Paris de 1990, fueron dinamitados en la primera cumbre de la OTAN celebrada en Roma en 1991, que se atribuyó el control de la seguridad de forma unilateral y comenzaba su ampliación hasta llegar a la misma frontera de Rusia.
II.- LA IMPOSICIÓN DE LA HEGEMONÍA DE EEUU POR LA FUERZA En esta estrategia de implantación de un Orden Internacional Unipolar de características liberales, se sitúan las actuaciones que han llevado a cabo los EE.UU. y la UE desde la disolución de la URSS, interviniendo donde consideraban conveniente a sus intereses, a finales del siglo XX en Europa y en este siglo XXI en oriente medio, norte de África y Asia Central. Desde la voladura de Yugoslavia que promovieron la mayoría de países occidentales reconociendo primero la independencia de Eslovenia y Croacia y posteriormente la de Kosovo, (a excepción de España, marcada por el tema vasco/catalán y algún otro país) pasando por las dos guerras de Irak, la invasión de Afganistán y las intervenciones en Libia y Siria, intervenciones que han asolado regiones, han hecho retroceder la calidad de vida de millones de personas y han sido las parteras de organizaciones terroristas como al Qaeda o el autodenominado Estado Islámico.
Los elementos novedosos en esta estrategia de intervención son tanto la cada vez mayor unilateralidad por parte de EEUU y sus aliados despreciando el derecho internacional y el papel que jugaban las Naciones Unidas en la resolución de los conflictos como el protagonismo que va tomando la OTAN que, lejos de disolverse una vez finalizada la guerra fría, se refunda y se convierte en el brazo armado de esta estrategia. Así, en los conflictos que se suceden desde la caída de la URSS vemos por primera vez cómo amparándose en la necesidad de proteger a las poblaciones (intervención humanitaria se interviene en los mismos apoyando a una de las partes, (en vez de ser garantes de soluciones negociadas y la búsqueda del alto el fuego como había ocurrido hasta entonces), vemos también como la OTAN empieza a sustituir a las fuerzas de NNUU, los cascos azules. Mientras éstos siempre se desplegaban como fuerzas de interposición, las misiones de la OTAN combinan estas tareas “humanitarias” con operaciones militares y “antiterroristas”.
No podemos olvidar cómo la OTAN se excedió completamente de su mandato en la intervención en Libia, amparada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas gracias a la abstención de China y Rusia. Inicialmente destinada a proteger a la población civil, finalmente consistió en apoyar militarmente a los rebeldes y acabar con el régimen y la vida de Gadafi. Más recientemente, los Estados Unidos han intervenido militarmente al margen del Derecho Internacional en Siria (como también lo ha hecho Turquía) o ha reconocido que los Altos del Golán (arrebatados ilegalmente a Siria en 1967) pertenecen a Israel y el territorio del Sáhara Occidental a Marruecos, en clara contradicción con las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Esta estrategia se encontró con serias resistencias, así se produce la negativa de determinados Estados a dar por bueno este Orden Internacional Liberal. Fidel Castro ni asume el papel de Gorbachov, ni sigue los consejos de Felipe González. Putin no culmina la obra de Yeltsin de convertir Rusia en un Estado débil entregado al capital occidental y sin capacidad para jugar ningún papel en el concierto internacional. Tampoco los dirigentes del PC de China repiten el proceso de autodisolución del PCUS. En América Latina, no solo resisten Venezuela y Cuba, sino que a pesar de los golpes militares e institucionales avanzan gobiernos progresistas que se desmarcan del papel histórico que se había asignado a la región como patio trasero de los EEUU. También en los inicios de este siglo, desde los Foros Sociales se pone en marcha un importante movimiento antiglobalización.
A nivel económico y comercial cada vez es más patente el impulso que van cobrando los llamados países emergentes que lejos de servir de mercados y mano de obra barata acentúan la decadencia y dependencia de las economías occidentales.
De esta manera el imperialismo no consigue su objetivo de controlar la economía mundial, lo que lleva a no poder asegurar el mantenimiento de las altas tasas de beneficios que pretenden las grandes empresas. Aparecen todos los problemas de un sistema capitalista que no es capaz de resolver sus propias contradicciones, entrando en 2008 en una crisis global todavía no resuelta.
El último eslabón de esta cadena de fracasos del eje Atlántico Norte, lo tenemos en la apresurada retirada de Afganistán y la gestión sanitaria y económica de la Pandemia, que mostro al mundo la debilidad de un sistema, con un sector público en su mayoría privatizado, incapaz de proteger a su propia población, ni de dar una respuesta económica a los efectos de la paralización productiva.
III.- LA HEGEMONÍA DE EEUU EN CRISIS. La incapacidad para imponer su modelo en todo el planeta conduce al eje Atlántico Norte a una situación de pérdida de iniciativa en el concierto internacional frente a los países emergentes y de forma especial frente a China. El propio presidente de los EEUU, J. Biden reconoce en la directiva de Seguridad Nacional de EE.UU., publicada en marzo 2021, que están perdiendo la batalla y necesitan reaccionar y frenar la decadencia de occidente, haciendo un llamamiento para que EEUU y sus aliados se fortalezcan en todos los sentidos, incluido el militar, confrontando directamente con los Estados que define como enemigos sistémicos: China y Rusia.
Con respecto a Rusia la estrategia consiste en aumentar la presión sobre la Frontera Europea de Rusia llevando la OTAN hasta la misma frontera rusa e incrementar la presión sobre los Gobiernos Europeos y sobre todo de la U.E. para que disminuyan al mínimo cualquier relación política, comercial, tecnológica con China y Rusia, a las que se imponen sanciones como un mecanismo para dificultar un normal desarrollo de la cooperación económica. Así, desde la cumbre de Madrid de 1997, en la que se invita a ingresar a Polonia, Hungría y República Checa comienza su expansión hacia el este llegando a la frontera con Rusia en 2004 con la incorporación de Lituania, Estonia y Letonia, en ese mismo año también se adhieren Bulgaria, Rumanía, Eslovenia y Eslovaquia. En 2009 se adhieren Albania y Croacia y en 2017 Montenegro. Por su parte, otros tres países fronterizos con Rusia, Georgia, Moldavia y Ucrania han solicitado su interés por adherirse a la alianza. En el caso de Ucrania tras su primera solicitud en 2008 Putin ya advirtió que su adhesión se convertiría en una amenaza directa para su país, en 2014 tras los sucesos del Maidán el parlamento ucraniano acordó abandonar el status de país no alineado lo que abría la puerta a su solicitud de incorporación a la OTAN.
La expresión más clara de hasta dónde estaban dispuestos a llegar los EEUU, la UE y la OTAN para afianzar su hegemonía -poniendo en riesgo la seguridad de la Federación Rusa y con ello, la Seguridad Compartida europea- fue el apoyo al golpe de estado de Maidán en Ucrania y a los gobiernos anti rusos, racistas, cuando no claramente nazifascistas, que llegaron con posterioridad. Estos, gobiernos promovieron la discriminación cultural y lingüística de las minorías rusófilas y cuando menos permitieron la violencia desatada contra las personas ucranianas de cultura rusa, a la vez que favorecieron el incremento de la venta de armas y el empeño voraz de la UE y la OTAN por extender su influencia hacia el Este de Europa, en contra de todos los acuerdos que se alcanzaron en 1990 sobre cómo se debería recomponer el Este de Europa, tras la disolución de la URSS. Rusia ha venido planteando sus exigencias, mantenimiento de la neutralidad de Ucrania, reconocimiento de las repúblicas del Donbass y de la anexión de Crimea a Rusia, que no han sido tenidas en cuenta ni por Ucrania ni por occidente.
Con respecto a China, el verdadero rival, la estrategia pasa por aumentar la presión sobre la República Popular de China que no solamente pone en peligro la hegemonía económica de EE.UU. sino que al tiempo defiende una política de relaciones exteriores claramente multipolar, con base en el respeto a la Carta de las Naciones Unidas, y centra su política internacional en mejorar sus relaciones con todos los estados del planeta rehuyendo cualquier esquema de Guerra Fría.
La presión se concreta, por una parte, en una alianza militar con India y Australia y en la profundización de las relaciones políticas y militares con un Taiwán cada vez más militarizado, que sigue proclamándose de forma ilegal República de China, en clara contradicción con los acuerdos de las NN.UU. que solo reconocen a la República Popular de China como representante de todo el Pueblo Chino. Por otro lado, activando conflictos en torno a determinadas islas del Mar de la China para justificar la presencia de la flota militar y al tiempo evitar la dinámica creciente de la cooperación entre China y sus vecinos más cercanos poniendo trabas a las rutas marítimas comerciales.
En este contexto, es fundamental entender como a pesar de que la confrontación de EE.UU. y sus aliados con China y Rusia forman parte de una misma estrategia de reactivación del escenario de Guerra Fría, la reacción que se produce tiene unas diferencias importantes. Los Gobiernos de China y Rusia coinciden en no asumir un papel dependiente de los EEUU en el concierto internacional, y buscan estrechar relaciones económicas y políticas para hacer frente al intento de consolidar el orden Internacional Unipolar al servicio de Occidente, pero sus realidades nacionales, sus principios ideológicos y económicos, son diferentes.
Diferencias que van a marcar su respuesta a las provocaciones de Occidente y que las podemos identificar cuando comprobamos como en China, el PCCh está plenamente consolidado en el Poder, sustentado en los espectaculares éxitos económicos, sociales y políticos de lo que han venido a denominar como “socialismo con características chinas”. Su secretario general y presidente de la R. P. de China, Xi Jinping, es hoy reconocido como el líder con más apoyo social y popular en China desde Mao.
China, en esta situación, renuncia a entrar en espirales de provocación militarista y de confrontación directa con sus vecinos. Cuando tratan de activar conflictos territoriales, desde la propia República Popular de China se responde poniendo en marcha acuerdos económicos, financieros y comerciales claramente ventajosos para todos los Estados de la Región, que se implican en el desarrollo de la Nueva Ruta de la Seda. Reafirmar los principios de la Coexistencia Pacífica como base de su política exterior, China está evitando, por el momento, un crecimiento extremo de la tensión militar en la zona.
En Rusia las cosas son diferentes, en la medida que el presidente Putin, como representante de un capital especulativo y corrupto, surgido de las privatizaciones salvajes que marcaron el desmantelamiento de la URSS, dirige un país con un tejido productivo muy débil, dependiente de los ingresos de las reservas de las importantes bolsas de recursos naturales que producen carburantes fósiles con poca capacidad para sostener un sistema económico acorde con las demandas sociales. Sin olvidar la descapitalización que produce la ingente fuga de capitales rusos a paraísos fiscales o lugares de blanqueo de dinero, entre las que se encuentra España. Putin no cuenta con un Partido sólido, con capacidad para sostenerse en el poder de manera indefinida y está teniendo serios problemas políticos y económicos para legitimar su Gobierno hacia el interior del pueblo ruso.
Lo que nos lleva a considerar que definir a la Rusia actual como imperialista no es adecuado, en la medida que hoy no se dan las condiciones económicas, territoriales y militares que pueden definir que el capitalismo en Rusia alcanza la fase imperialista. Más correcto es definirlo como de un Capitalismo Nacionalista, que, desde nuestro sentido de clase, consideramos negativo para el pueblo ruso.
En esta perspectiva al presidente Putin le puede venir bien, en clave interna, incentivar periódicamente tensiones externas que le permitan mantener su popularidad, al tiempo que le justifiquen aumentar su control sobre una oposición cada vez más fuerte. Sin olvidar que en una parte no pequeña del pueblo ruso existe cierta nostalgia nacionalista por los tiempos de la Guerra Fría en los que la URSS era una gran potencia mundial.
El análisis de esta situación que se vive en Rusia puede acercarnos a entender los motivos por los que el presidente Putin emprende una acción militar en Ucrania de tanta envergadura como una invasión. Al tiempo, esto explica como China, a pesar de sus buenas relaciones, no ha respaldado la actuación militar de Rusia, ni en sus declaraciones oficiales, ni en las NNUU, donde se ha abstenido, jugando en todo momento un papel activo en la defensa de una salida negociada del conflicto bélico, denunciando eso sí la agresividad de los EE.UU. en su política militar.
Al mismo tiempo, tenemos que ser conscientes que una guerra de las dimensiones que se vive en Ucrania es el peor contexto posible para el avance del programa de la izquierda y en especial de las y los comunistas. Además de ser el marco más idóneo para aplicar medidas de excepción, recortar libertades públicas y limitar los espacios democráticos, favorece que la opinión pública apoye un crecimiento de los gastos de defensa detrayendo fondos de gastos sociales y del fortalecimiento del sector público, garantías de derechos de las personas más vulnerables.
La espiral inflacionista que se está provocando puede dejar sin efecto todas las medidas sociales tomadas por este gobierno en los dos años anteriores. En este sentido es positivo que todo nuestro espacio se haya pronunciado contra el aumento del presupuesto de Defensa, el reto es que esta posición no sea testimonial, para asegurar cierta tranquilidad interna, sino que tenga el máximo apoyo social porque la presión mediática está dirigida a que una gran parte de la clase obrera y las capas populares consideren prioridad el gasto militar por encima del gasto social.
La reacción occidental a la invasión de Ucrania, ha acentuado la línea que hemos descrito en esta estrategia de intervención, en lugar de buscar rápidamente el alto el fuego e impulsar todas las mediaciones posibles entre las partes ha lanzado una ofensiva contra Rusia en todos los planos que persigue varios objetivos:
En primer lugar, aprovechar la ofensiva rusa para debilitarla e impedir que se consolide como potencia mundial, para ello, por una parte, han puesto a disposición de Ucrania armas y apoyo logístico y por otra, han implementado una batería de sanciones comerciales y financieras, unas sanciones que no resuelven el conflicto, que son ilegales y solo causan graves dificultades a la economía y los medios de vida de los países, de forma espacial a España. No tienen ningún sentido, ni efectividad desde el punto de vista político, pero se mantienen como elemento que favorece los intereses comerciales estadounidenses, como en los casos del bloqueo del Gaseoducto Nord Stream que aumenta las posibilidades de venta de Gas de los EE.UU. en Europa, o de la presión de EE.UU. para frenar la cooperación de empresas europeas con empresas tecnológicas chinas para el desarrollo de la tecnología 5-G. en beneficio de empresas norteamericanas.
Según los datos publicados por el Tesoro estadounidense, el uso de sanciones por parte de Estados Unidos se ha multiplicado por diez en los últimos 20 años. La anterior administración estadounidense llegó a realizar 3.800 designaciones de sanciones, que Biden no ha anulado. Desde 2011 Estados Unidos ha impuesto más de 100 sanciones a Rusia.
En segundo lugar, consolidar su estrategia de nuevo orden unipolar liberal entre la ciudadanía occidental y especialmente europea con una campaña mediática sin precedentes que incluye la censura y deslegitimación de los medios que pretendan dar una información veraz y contrastada. Una campaña en la que se vuelven a sacar los fantasmas de la guerra fría, anticomunismo, posibilidad de tercera guerra mundial y la amenaza de las armas nucleares. Con esta campaña, además de legitimarse se pretende reforzar la capacidad operativa de la OTAN, el aumento del gasto militar de los países de la UE al 2% del PIB recientemente aprobado en la cumbre europea era una vieja reivindicación de los EEUU que ahora parece que va a salir adelante sin la oposición de las opiniones públicas europeas.
En tercer lugar, se pretende desvirtuar el papel de China ante la opinión pública, situándola como aliada de Rusia como ya hemos indicado más arriba y preparar el terreno para las posibles tensiones que puedan provocar los EEUU en su estrategia de seguir imponiendo su visión del mundo y su hegemonía.
IV - NUESTRA POSICIÓN ANTE EL CONFLICTO Y NUESTRAS PROPUESTAS DE SOLUCIÓN
El PCE condena esta intervención militar por ser contraria al derecho internacional. Quienes defendemos la necesidad de construir un Orden Mundial Multipolar con base en los Principios Fundacionales de la NNUU, estamos obligados a tomar posición frente a cualquier actuación, ya sea política o militar, que pueda abrir el camino a una situación internacional de Guerra Fría con imprevisibles consecuencias y en consecuencia defender una solución negociada del conflicto.
Denunciamos, tanto la ruptura por parte de los EEUU y la UE de los acuerdos internacionales que mantenían la neutralidad de Ucrania como base de garantías reciprocas para la seguridad en la frontera europea de Rusia como la respuesta de Rusia a esta provocación mediante una invasión militar que viola los principios del derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas, el acta final de la Conferencia de Helsinki y la Carta de Paris de 1990.
Nos preguntamos a quién sirve este conflicto. La realidad es que ni sirve al pueblo ucraniano, ni al ruso, ni a los demás pueblos europeos. Está sirviendo tanto a la administración norteamericana y a su complejo militar-industrial, como a la justificación de la militarización de la seguridad, a la militarización de la UE y para el reforzamiento del nacionalismo ruso.
El PCE siempre denunció los peligros que suponía para la Paz la política de expansión de la OTAN hacia Europa del Este y el despliegue de armamento ofensivo abandonando así los procesos de desmilitarización anunciados en la Carta de Paris. Señalamos que la intervención militar de Rusia en Ucrania está proporcionando a la OTAN una gran oportunidad para desarrollar una ofensiva mediática que le permita desarrollar su reactivación y refundación en la Cumbre de Junio en Madrid, con un bajo rechazo social o político.
También rechazamos la respuesta de EEUU y la UE, tratando de aprovechar la situación para conseguir un aumento del gasto militar en Europa y tratar de legitimar un fortalecimiento de la OTAN en la próxima cumbre de Madrid, llegando incluso al apoyo y fortaleciendo de Grupos y Regímenes protofacistas. El PCE se reitera en su posición de exigencia de disolución de alianzas militares, empezando por la OTAN y sigue denunciando que los EE.UU. y sus aliados occidentales están actuado en las últimas décadas de manera, que como menos se puede calificar de irresponsable, por insistir en extender su influencia política, económica y militar hasta las fronteras de Rusia en diferentes oleadas, provocando la inseguridad de este país.
El PCE denuncia que esta es una jugada muy arriesgada de imprevisibles consecuencias, como lo fue la que potencio y financio el integrismo islámico en Afganistán, Arabia Saudí o Siria para desgastar a la URSS primero y a Rusia después.
Dicho todo hay una cuestión a desarrollar que es las consecuencias económicas y sus derivadas sociales que tendrá esta Guerra generando una dinámica económica en la que el Gran Capital va a tratar de sacar el máximo rendimiento posible, nadie puede dudar que un contexto de guerra es lo peor que puede pasar para conseguir un avance de los programas que defendemos desde el PCE, nos enfrentamos al intento de que el aumento del gasto militar se realice a costa del abandono o debilitamiento políticas sociales y riesgo de recortes de libertades públicas, en este sentido es positivo que todo nuestro espacio se haya pronunciado contra el aumento del presupuesto de Defensa, el reto es que esta posición no sea testimonial, para asegurar cierta tranquilidad interna, sino que tenga el máximo apoyo social porque la presión mediática está dirigida a que una gran parte de la clase obrera y las capas populares consideren prioridad el gasto militar por encima del gasto social.
El mantenimiento de la OTAN, como organización militar que ahora pretende ampliar tanto su composición como su ámbito de actuación, muestra la determinación del imperialismo de no renunciar a la violencia como instrumento de política exterior para intentar conseguir la hegemonía política, económica y militar.
El primer objetivo para poder avanzar hacia un nuevo Orden Internacional basado en un modelo de Seguridad Compartida entre la comunidad de estados soberanos es situar a las NN.UU. como el instrumento para evitar que cualquier crisis internacional se convierta en un conflicto militar, precisamente el objetivo que la olvidada y maltratada Carta Fundacional de las NN.UU. trataba de conseguir.
En consecuencia, consideramos que España debe tener una posición estratégica propia, y abandonar un papel de sumisión a los EE.UU., la OTAN y la UE que por ejemplo nos obliga a supeditarnos a los interese de Marruecos en el Magreb y a abandonar las justas reivindicaciones del pueblo saharaui o la relación prioritaria con Argelia.
Reiteramos nuestra oposición activa en las instituciones y en la calle, tanto a la decisión de España y del resto de países de la Unión Europea de enviar armas ofensivas a Ucrania, como a la extensión de sanciones y la guerra económica y de manera expresa nos posicionamos en contra del aumento de los Presupuestos de Defensa en todos los ámbitos, denunciando como se trata de escamotear la verdad de una manera cínica al incluir gastos militares en el apartado de “ayuda humanitaria”.
Nos pronunciamos en contra de las represalias que se están llevando a cabo contra el deporte y la cultura Rusa, llegando a fomentar una peligrosa “ruso fobia” que en algunos casos se intenta extender al más burdo y rancio anticomunismo, y de una forma especial nos mostramos en contra de la censura impuesta a los medios de comunicación que se niegan a ser meros altavoces de las versiones “oficiales” que salen de los despachos de la OTAN, exigimos la liberación del Periodista Pablo González detenido en Polonia, para cuya liberación estamos realizando todos los esfuerzos.
En el mismo sentido, censuramos las declaraciones del Alto Representante de la UE para Asuntos exteriores, J. Borrell, en las que pedía “no cambiar gas ruso por derechos humanos”. La comparación con la práctica habitual demuestra el cinismo de la UE. En las primaveras árabes, cuando la gente era masacrada en Túnez o en Egipto, la política exterior y de vecindad de la UE, nunca anuló los acuerdos de asociación comerciales con los sátrapas Ben Ali o Mubarak. Cuando el pueblo palestino era masacrado en Gaza en acciones militares consideradas crímenes de guerra, la UE nunca planteó realizar un bloqueo a Israel.
Cuando el pueblo saharaui es perseguido por la fuerza ocupante marroquí y sus recursos naturales esquilmados, los Tribunales dan la razón al Frente Polisario como legitimo representante, pero la UE sigue autorizando el comercio con productos del territorio pendiente de descolonización. El cinismo llega al máximo cuando, ahora, ante el problema del suministro de petróleo, se dirigen a Venezuela, a aquel estado que había que doblegar, bloquear, imponer al títere Guaidó, para asegurarse ese suministro de petróleo.
También queremos hacer una denuncia expresa del tratamiento de doble rasero sobre las personas refugiadas, dependiendo de su procedencia o etnia, si son de origen europeo y cristianas, todas las facilidades, pero si llegan de fuera de Europa, se impone unas limitaciones y represiones que da lugar a situaciones dramáticas que llegan a provocar muertes masivas.
Desde este análisis de la situación internacional y del conflicto bélico que actualmente se desarrolla en Ucrania, el PCE, en defensa de la Paz, se pronuncia por la defensa de una activa implicación de la Comunidad Internacional para presionar a todas las partes en favor de forzar una salida negociada del conflicto con la implicación y garantía de la comunidad internacional.
Por ello trabajaremos para que pueda abrirse el camino para dotar a Europa de un Sistema de Seguridad Compartida, en línea con el ideado en el marco de la actual OSCE (anterior CSCE) poniendo fin, de manera definitiva, a las dinámicas heredadas de la guerra fría. Para asegurar, -desde la búsqueda de equilibrios de intereses, acuerdos y consensos-, una paz perdurable en Europa, desde reconocimiento del principio de indivisibilidad de la seguridad tal y como está incluido en el preámbulo del Acta Final de Helsinki de 1975, la Carta de París para una Nueva Europa de 1990, el Acta Fundacional de Relaciones Mutuas, Cooperación y Seguridad entre la OTAN y la Federación Rusa de 1997, la Carta para la Seguridad Europea adoptada por la OSCE en Estambul en 1999 y el preámbulo del Tratado de Nuevo Comienzo de 2011, y el Protocolo de Minsk de 2014 firmado entre Rusia, Ucrania y las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
Por último, queremos poner de manifiesto que nuestra defesa de la legalidad internacional en Ucrania y en Rusia, nos legitima para reclamar a la Comunidad Internacional la misma implicación para resolver el resto de situaciones que se producen en el mundo, contrarias al derecho internacional como son, entre otras, las que sufren una Cuba bloqueada ilegalmente por los EEUU, Palestina ocupada ilegalmente por Israel, o el Sahara también ilegalmente ocupado por Marruecos, en un largo etcétera de casos donde el derecho internacional es pisoteado por las grandes potencias.
Desde estos análisis, el PCE proclama su decisión de trabajar en todas las articulaciones internacionales en las que participamos en favor de un modelo de seguridad sostenible, basado en la cooperación entre los Estados de todo el Mundo, en pie de igualdad, desde el principio del beneficio mutuo, para lo que es necesario construir un Nuevo Orden Internacional basado en un sistema de Naciones Unidas refundadas, como actor principal.
El PCE se implicará en conseguir la más amplia movilización de los pueblos europeos en favor de la Paz, contra la escalada bélica y en favor de la solidaridad y ayuda humanitaria para las poblaciones afectadas. Estamos colaborando con las fuerzas de izquierdas y progresista, con las que coincidimos en una salida negociada de la Guerra, para coordinar actuaciones que eviten que los EE.UU. aprovechen esta crisis para debilitar las relaciones de la Unión Europea con los Gobiernos de Izquierdas de la América Latina y el Caribe, volviendo a posiciones del pasado.
También, consideramos de suma importancia reforzar la lucha contra la ultraderecha, el fascismo y la guerra, contra la escalada de confrontación, agresión e injerencia del imperialismo, contra la ampliación de la OTAN y por su disolución, contra la militarización de la UE, por un sistema de seguridad mutua y compartida para Europa, por el fin de las sanciones y bloqueos, por la paz y el desarme del mundo y por el respeto a los derechos y soberanía de los pueblos.
Nuestro propósito es trabajar para contribuir a la construcción de una Gran Alianza por la Paz, en defensa de la vida, que se contraponga a la Cumbre de la Muerte que pretende la refundación de la OTAN en el mes de junio en Madrid, una OTAN que pretende tener un carácter global y un ámbito de actuación mundial, configurándose como el instrumento armado desde el que el Imperialismo pretende afrontar su objetivo de dominio total del planeta para poner a las personas y los recursos naturales en favor de conseguir las mayores tasas de beneficios en favor del Gran Capital.
En ese sentido, nuestra participación activa en las convocatorias de la Plataforma Estatal contra la cumbre de la OTAN 24,25 y 26 de junio pasa a ser una de las prioridades más importantes del Partido.